Breaking the code
Breaking the code

Dirigida por

Herbert Wise

Año

1996

Relación con las Telecomunicaciones

Personaje: TURING, Alan Mathison.

Breaking the code: Los números nunca rompen sus propias reglas

El nombre de Alan Mathison Turing (1912-1954) suele recordarse con admiración en el ámbito académico pues está asociado con investigaciones pioneras en campos como la lógica matemática, el nacimiento de la informática o la inteligencia artificial, el descifrado de las máquinas Enigma, con trabajos novedosos en morfogénesis y otros casi desconocidos en teoría de la probabilidad y estadística. El recuerdo cambia, según percepciones, al referirse a su vida privada, sobre todo por su juicio y condena por homosexualidad y su temprana muerte por suicidio mordiendo una manzana envenenada con cianuro.

La figura de Turing es sin duda controvertida y para un personaje de su talla son pocos los libros dedicados a glosar su vida y obra. De hecho, hasta 1983, cuarenta años después de su muerte, no se publicó una completa y documentada biografía: Alan Turing: The Enigma, un libro de Andrew Hodges que se ha convertido en la referencia indispensable sobre la vida del matemático.

El dramaturgo y guionista británico Hugh Whitemore escribió su obra de teatro Breaking the Code basándose en el libro de Andrew Hodges. La obra se estrenó el 15 de septiembre de 1986 en el Yvonne Arnaud Theatre, en Guildford, con Sir Derek Jacobi interpretando el papel de Alan Turing. Poco después pasó a representarse en Londres y, también con Jacobi como actor principal, en Nueva York en 1987. La producción de Broadway fue candidata a los premios Tony Awards y Drama Desk Awards. En 1995, The Drama House y la cadena de TV WGBH de Boston realizaron una reducida adaptación televisiva para la BBC británica.

Hugh Whitemore: "Una obra de teatro puede tener éxito sin necesidad de renunciar a nada y sin tener que pedirles a las personas del público que dejen sus cerebros junto a sus sombreros en el guardarropa cuando entren en el teatro".

Cuenta Hugh Whitemore que, poco antes del estreno, Sir Derek Jacobi entró en pánico al temer que las numerosas y prolijas explicaciones matemáticas contenidas en la pieza pudiesen aburrir a la audiencia y arruinar la representación. La reacción del público fue la contraria, pues Jacobi consiguió transmitir la pasión que un matemático siente, y la pasión con la que un matemático habla de su trabajo. Whitemore realizó un excelente trabajo de documentación matemática y no dudó en introducir en la obra, con notable profundidad, las reflexiones científicas y filosóficas necesarias para poner en contexto las contribuciones científicas de Turing.

Pero Hugh Whitemore fue más ambicioso y la obra, además de acercar la figura, el trabajo y la tragedia personal del extraordinario matemático que fue Alan M. Turing, ofrece diversos planos de interpretación del significado de su propio título, Breaking the Code (literalmente, "Rompiendo el código").

Ciertamente, Turing rompió el código nazi de las máquinas Enigma. Pero Turing también vulneró el código de la moral sexual imperante con su abierta homosexualidad. Ello le llevó a infringir el código de la ley. Más aún, como apunta Stephen Hawking, Turing transgredió un código social muy arraigado en la sociedad británica de la época: "Lo peor, quizá, fue que traspasara la jerarquía social y que intimara con alguien de la clase obrera". Y, finalmente, Turing contravino el código ético-religioso al suicidarse (su madre, ferviente creyente, mantuvo siempre la teoría de la muerte accidental).

Además, el contraste entre el Turing inocente, vulnerable e ingenuo en sus asuntos personales frente al genio científico permite a Whitemore indagar en el conflicto entre pensamiento y sentimiento. Y utiliza como metáforas algunos conceptos extraídos de artículos de Turing.

En su artículo Computing Machinery and Intelligence, Turing defendió la idea de que el cerebro humano era, básicamente, una computadora digital y que, por tanto, una máquina computadora podría, en un futuro tal vez no muy lejano, imitarlo y "pensar". Así, en Breaking the Code algunos humanos se comportan como máquinas, siguiendo a rajatabla su "programa": sea éste la ley, como para el sargento Ross, o las normas de seguridad nacional, como para el agente de inteligencia Smith.

El trabajo de Turing en On Computable Numbers estableció un límite para el poder de las matemáticas, de las computadoras digitales, para decidir sobre la verdad o falsedad de una proposición. Y la obra rebosa de referencias al dilema moral entre la verdad y la mentira. Turing afirma: "Es un artículo técnico de lógica matemática, pero también trata de la dificultad de discernir entre lo cierto y lo falso". Christopher Morcom es tajante: "No debió haber mentido, fue un grave error. Tengo las ideas muy claras acerca de lo que es bueno y lo que es malo, y mentir es siempre malo". Turing inicialmente miente a la policía, aunque luego cuenta la verdad. Ron miente a Turing acerca del robo del dinero en la cartera. El agente del servicio secreto miente a Turing. Knox regaña a Turing por su indiscreción sexual pero le oculta su propia homosexualidad porque, en su opinión, decir la verdad puede ser muy doloroso para los otros: "Cuando usted revela su naturaleza sexual, no puede ignorar el efecto que inevitablemente tendrá en las personas". ¿Codificar un mensaje no es simplemente ocultar la verdad? No obstante, como sentencia Turing: "A la larga, no es descifrar el código lo que importa... es el camino que tomas después. Ése es el verdadero problema".

Texto extractado del artículo Alan M. Turing a escena. Primer acto: Breaking the Code, escrito por Miguel Ángel Mirás Calvo y Carmen Quinteiro Sandomingo (Universidad de Vigo). Puede leerse entero en divulgaMAT.

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Vídeos

Comisaría de policía, Manchester, 1952. Alan Turing denuncia que han entrado en su casa y ha sido víctima de un robo. El agente Mick Ross se ocupa del caso y según le va tomando declaración, Alan Turing va recordando situaciones de su vida, no en orden cronológico, a través de las cuales el espectador va conociendo detalles y aspectos de su trabajo y personalidad.
Nota: Al comienzo, cuando en los subtítulos aparece el texto "Celebrando el centenario de Alan Turing" se refiere a que los subtítulos han sido añadidos con motivo del centenario del nacimiento de Turing.

Breaking the code (subtítulos en opción)

Sir Derek Jacobi sobre el escenario del West End en la piel de Alan Turing, personaje que fue escrito específicamente para ser interpretado por Jacobi. El vídeo incluye una entrevista con BBC Micro Live en 1987 y un fragmento de la obra, buen botón de muestra sobre la Inteligencia Artificial.
TURING: Señor Director, miembros del profesorado, muchachos. Quiero que imaginen un tazón de gachas. Un tazón de gachas frías. Cuando yo era un muchacho aquí en Sherborne, hace unos veinticinco años, siempre desayunábamos gachas, todos los días, fuese invierno o verano, o eso parecía. Y por alguna incomprensible razón, cuando las gachas llegaban a mí, siempre estaban frías. Mi amigo Christopher Morcom era más afotunado; le gustaban sus gachas y las comía con ganas. Pero yo me sentaba allí cada mañana mirando con abatimiento mi tazón de gachas; una masa gris y blanda y arrugada por encima. Deben estar preguntándose por qué les estoy contando esto. Su director me pidió que les hablase sobre mi trabajo con las computadoras y aquí me tienen describiendo tazones de gachas frías. Bien, hay una muy buena razón para ello y se la daré en un momento. Me atrevo a decir que la palabra computadora es desconocida para muchos de ustedes. Lo es para mucha gente. Pero si hubiese dicho Cerebro Electrónico, ¡ah!, eso es mucho más interesante. Y si hubiese preguntado ¿puede pensar una máquina?, estoy seguro de que todos ustedes estarían intrigados por conocer la respuesta. Pero antes de que podamos considerar adecuadamente esta pregunta debo contarles algo sobre las computadoras y el modo en como trabajan. Antes de nada, permítanme comparar una computadora con un cerebro humano, lo que nos lleva de vuelta a nuestro tazón de gachas, porque eso es a lo que un cerebro humano se parece: el mismo color, la misma textura. Una computadora es muy diferente. Es grande, del tamaño de varios armarios amplios juntos; es dura y metálica por fuera, increíblemente complicada por dentro, con muchas válvulas y condensadores y demás partes; ni remotamente parecido a las gachas frías, pero eso da igual. Lo que importa es el modelo lógico del cerebro, no la sustancia gris de la que esté hecho. Lo mismo ocurre con una computadora. Lo que importa es su lógica. Y la lógica de una computadora es realmente muy simple. Todo lo que hace es leer una lista de instrucciones, nosotros lo llamamos un programa, y llevarlas a cabo metódicamente. Y lo único que ustedes tienen que hacer es escribir exactamente qué es lo que quieren que haga, en un lenguaje que la computadora entienda. Sé que esto puede parecer una teoría extravagante, pero les aseguro que no lo es. La computadora que hemos construido en la Universidad de Manchester lleva trabajando cuatro años, desde 1949, y en este tiempo ha realizado con éxito una gran variedad de tareas. La gente supone que las computadoras son sólo máquinas de calcular admirables. No es así. Es verdad que las computadoras se utilizan con frecuencia para hacer cálculos porque calculan con mucha rapidez, pero los programas para computadoras no tienen por que tener nada que ver con números. Un colega mío consiguió que nuestra computadora canturreara una tonadilla. Una vez cantó "Jingle Bells". ¡Incluso logramos que escribiera cartas de amor! Bueno, hacer cálculos, canturrear canciones, escribir cartas de amor. Todas son tareas muy diferentes, pero todas fueron realizadas por una misma máquina. Y éste es un hecho extremadamente importante acerca de las computadoras. Una computadora es una máquina universal y yo he demostrado que es capaz de realizar cualquier tarea que pueda ser descrita mediante símbolos. Iré aún más allá. Opino que una computadora es capaz de realizar cualquier tarea que el cerebro humano pueda llevar a cabo. Cualquier tarea. Ahora podrían concluir, a partir de lo que he dicho, que una computadora sólo puede hacer aquello que se le ha dicho que haga. Bien, es verdad que al principio sería de esa manera, pero solamente al principio. Se puede hacer que una computadora aprenda. Imaginen, por ejemplo, una máquina programada para jugar al ajedrez. Podría descubrir por sí misma, a la luz de su propia experiencia, cuáles son las estrategias ganadoras y cuáles las perdedoras, y prescindir entonces de las perdedoras. Pasado un tiempo no podríamos saber qué instrucciones estaría obedeciendo en realidad; así que no sería justo decir que le hemos ordenado lo que tiene que hacer. Sería como darle el mérito al maestro por cualquier idea original mostrada por el pupilo. Surge, así, la pregunta de si deberíamos o no afirmar que una tal máquina es inteligente. Yo diría que sí deberíamos. Me gustaría mucho poder educar a una computadora, en parte mediante entrenamiento directo, en parte dejándole averiguar cosas por sí misma. Todavía no sabemos cómo hacerlo, pero creo que lo lograremos en un futuro muy próximo, y estoy seguro de que en el año dos mil, será del todo correcto hablar de una máquina inteligente o decir que una computadora está pensando. Por supuesto, no todo el mundo está de acuerdo con esta opinión, ni mucho menos. Hay quienes dicen que pensar es una función del alma inmortal del hombre y, puesto que una máquina no tiene alma, no puede pensar. Sin duda es una opinión blasfema, ¿quiénes somos nosotros para negar la posibilidad de que Dios desee conceder un alma a una máquina? Está, además, la que yo llamo la objeción del "avestruz". "Las consecuencias de que las máquinas piensen son demasiado horribles", dice la gente, "algo así nunca ocurrirá". Normalmente, este es el punto de vista expresado por los intelectuales. Son los que más tienen que perder. Otra objeción, y es una que escucho con mucha frecuencia, es que no podrá decirse que una máquina piensa hasta que no escriba un soneto o componga un concierto, o sienta dolor cuando sus válvulas se fundan, o satisfacción cuando la halaguen, o se sienta enfadada o abatida cuando no consiga lo que quiere. Bien, se podría, por supuesto, responder que sólo unos pocos seres humanos privilegiados son capaces de escribir un soneto o componer un concierto, y yo no veo, en absoluto, ninguna razón por la que una máquina no pueda ser amable, ingeniosa, hermosa, amigable, tener sentido del humor, distinguir entre el bien y el mal, cometer errores, enamorarse, o saborear fresas con nata. Por el momento, tales consideraciones no deberían preocuparnos; pero sería bastante interesante, ¿no creen? si, un día, pudiésemos averiguar qué es lo que una máquina puede sentir.

Derek Jacobi on stage in the play Breaking the code, as Alan Turing 1987

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