Dirigida por
Tony ScottAño
2006Relación con las Telecomunicaciones
Situación: La pantalla plana, la última frontera del espacio tiempo y la delgada línea entre la ilusión del control y el control de la intrusión.Situación: El tamaño de la pantalla determina la condición de la visión actual (2006) de la intrusión en la privacidad.
Situación: En recuerdo del JumboTron.
Déjà vu: Tengo la extraña sensación de que me están observando
Déjà Vu es un thriller que deriva hacia la ciencia ficción en un contexto enormemente político y de gran importancia emocional para el espectador norteamericano pues se estrenó poco después de las inundaciones provocadas por el huracán Katrina (agosto, 2005) y con los atentados del 11S (septiembre, 2001) aún presentes en la memoria colectiva. De hecho, la película se rodó en Nueva Orleans como homenaje a las víctimas del huracán.
La sexta colaboración de Tony Scott con Jerry Bruckheimer tiene un título que puede ser tomado como una premonición: Déjà Vu parece invitar a juegos de palabras simplistas sobre la recurrencia de planos rápidos, fotografía fuertemente filtrada, personajes superficiales y giros de trama de manual, todo ello envuelto en explosiones impresionantes.
Sí, pero no. El director hace tiempo que pasó del mero trabajo de acción a los ambivalentes thrillers psicológicos, empleando un estilo visual expresionista que corresponde a emociones intensas y es que sus temas y estructuras piden a gritos la apreciación de la vieja escuela de autor.
Esta puede considerarse la obra maestra de Scott (a pesar de que tuvo poco tiempo para montarla pues se estrenó con premura): un delicioso batido postHitchcock de la era de la vigilancia gubernamental que se atreve a comenzar con una valiente secuencia de nueve minutos de "cine puro" sin diálogos que la convierten en una de las secuencias de acción más alucinantes de los últimos años, en la que algunos de los motivos principales del gran Scott se condensan en una impresionante acumulación de movimiento de cámara superpuesto.
Luego ya llegará el momento en que el agente de la ATF (Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos) Doug Carlin avanza a través del tráfico de Nueva Orleans después del huracán Katrina, usando un aparato futurista, el "visor de gafas", persiguiendo el vehículo de un terrorista con un ojo en el presente y otro, con el visor, ¡cuatro días y seis horas en el pasado! Aún más llamativo, cuando la retrovisión de Carlin se interrumpe, ha de seguir ciegamente las instrucciones de otros agentes, que todavía pueden ver la transmisión, sorteando salvajemente el tráfico diurno "real" mientras persigue al villano nocturno "virtual" en una enloquecedora visión dividida de las realidades alternativas y el tiempo desarticulado. Y entonces, cuando ya tiene enfocado al sospechoso, las circunstancias del presente le sacan de golpe del pasado.
El control es una ilusión.
Pero la ilusión por el control se hace más evidente en el caso de la fantástica máquina utilizada para la investigación que a efectos de vigilancia se convierte en una ventana al pasado pero que claramente está presente como un equivalente de "las películas como cuentos de hadas": la máquina se llama Blancanieves, una referencia nominal pionera que también aparecerá posteriormente en Snowden (2016, Oliver Stone), de título promocional "Todos estamos vigilados".
Puntualmente, Scott extiende el concepto a la televisión y las emisiones de Internet, los dos medios visuales que conforman la experiencia contemporánea. Las bromas cuasicientíficas que "explican" a Blancanieves subrayan expresamente la analogía: el espacio (como el tiempo) puede estar plegado sobre sí mismo, pero seguro que es plano, como una pantalla.
Y en esta película de Tony Scott, ninguna pantalla es tan grande como la del "JumboTron" de Blancanieves. Y aquí el tamaño sirve para enfatizar el creciente apego romántico del solitario Carlin mientras es testigo de la vida de una mujer muerta mientras que los comentarios sobre la naturaleza y la ética de las películas, en sí mismas ventanas al pasado, se producen entre agentes y científicos con la enorme imagen presidiendo la sala.
Y por supuesto el tamaño de la pantalla determina la condición de la visión actual de la intrusión en la privacidad. Si La ventana indiscreta (1954, Alfred Hitchock) era un asunto de vecindario en primera persona; 50 años más tarde, el "JumboTron" de Déjà Vu lo replantea para que encaje en la actual era de los asuntos de estado en manos de terceros.
A pesar de todo el despliegue de alta tecnología, la grandilocuencia se ve socavada desde el principio: si bien Blancanieves es capaz de componer sus imágenes con recursos casi ilimitados y con los movimientos de un elegante director, el equipo de personas que la hace servir debe atenerse al condicionante de seguir el flujo de datos con "un solo momento de retraso en el pasado", rezando para que la cámara esté en el lugar correcto en el momento adecuado. Algo que también sirve para subrayar la naturaleza televisiva de la máquina pues los operadores trabajan como directores de televisión en vivo, eligiendo el ángulo adecuado de varias tomas en vivo.
Pero lo más importante es que Déjà Vu es sincero sobre la naturaleza cuestionable de toda la empresa financiada por el gobierno: el objetivo de la vigilancia sobre Claire Kuchever no es salvarla, sino porque seguir su pasado ayudará a los agentes a resolver un atentado terrorista con ecos tanto del 9/11 como de Oklahoma City. La proyectada inutilidad para Claire del resultado de la investigación hace que la obsesión de Carlin por ella sea aún más conmovedora, pero al igual que en Vértigo (1958, Alfred Hitchock), los aspectos voyeuristas y necrofílicos de sus sentimientos románticos están en primer plano: "Tengo la extraña sensación de que me están observando", lee en el diario de Claire después de una incómoda ducha de "JumboTron", y pronto Carlin duda de las afirmaciones de los físicos cuánticos sobre que el vínculo de Blancanieves entre el presente y el pasado sea estrictamente en una sola dirección.
Carlin se presenta como un héroe que tiene el control desde el principio: todo está en orden en su apartada vida privada (su aislamiento seguramente ayuda a fomentar su obsesión romántica) y sus habilidades profesionales son asombrosas. El completo dominio de Carlin de cómo leer una escena del crimen queda establecido de buen comienzo: casi tan pronto como aparece en la orilla del río después de la explosión inicial, una de las típicas cámaras-arco de Scott termina en una posición que justificará su autoritaria afirmación de que está "buscando lo que no corresponde". Poco después, los resultados de su inspección llevan rápidamente a una demostración de sus intachables habilidades detectivescas cuando reconstruye toda la secuencia del atentado para el FBI.
Pero incluso antes de entrar en el laboratorio del "JumboTron", Carlin se ve afectado por la inseguridad, tal vez "algo espiritual", como insiste más tarde, cuando tiene un acalorado debate con los especialistas de Blancanieves sobre si la mujer en pantalla está viva o muerta.
Y aunque Carlin sigue pareciendo confiado, se va haciendo más vulnerable; lo que se intensifica a medida que se acerca a Claire. Así, cuando revisa el apartamento de la mujer y para su perplejidad encuentra un mensaje en la pizarra magnética ("Tú puedes salvarla") aparentemente dirigido a él y su voz en el contestador de Claire, el espectador ya puede dar por sentado el predecible final del viaje en el tiempo.
Déjà Vu está concebida en torno al destino individual romántico: Carlin, un hombre que se juega la vida para ganar el amor de Claire, una mujer que sabe ha fallecido.
No en balde el título estrenado en España fue Vértigo (De entre los muertos).
Sony JumboTron (1985 - 2001). Cuando Carlin ve a Claire en la gran pantalla de Blancanieves ya hace al menos 5 años que Sony ha dejado de comercializar su JumboTron. Pero una pantalla grande, en un gran espectáculo para multitud de espectadores, siempre estará asociada a la 'criatura' del director creativo de Sony, Yasuo Kuroki.
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Muchas películas han seguido el camino de Vértigo (1958, Alfred Hitchock). Robert Aldrich con La leyenda de Lylah Clare (1968), Brian De Palma con Fascinación (1976), Larry Cohen con Efectos especiales (1984), Abel Ferrara con The Blackout (Oculto en la memoria) (1997). Y la huella del filme de Hitchcock se aprecia en trabajos como La piel que habito (2011) de Almodóvar, El extraño caso de Angélica (2010) de Manoel de Oliveira o La fille de nulle part (2012) de Jean-Claude Brisseau. Todas ellas películas sobre el hecho de resucitar mujeres, o bien de darles forma a partir de otro modelo y podría decirse que todas ellas siguen un patrón similar a Vértigo. Pero Déjà Vu parte de un camino totalmente distinto: se inicia con una secuencia de nueve minutos sin diálogos que da paso a un thriller ambientado en un Nueva Orleans tras los efectos del huracán Katrina que evoluciona hacia la ciencia ficción y entonces se produce el encuentro con Hitchcok. Es un encuentro inesperado, aparentemente imposible, pero que se reconoce en esa escena ante una gran pantalla en la que el personaje, el investigador, mira apasionadamente a esa mujer que poco tiempo antes ha visto sin vida. Es tal esta genialidad que bien puede decirse que llega a Vértigo de una manera natural, sin proponérselo e incluso va más allá de ella. Porque este filme es también una película sobre la cinefilia. Sobre la pasión de mirar imágenes en movimiento. Es más, por intermediación del personaje protagonista, este filme está dirigido por el propio espectador, un voyeur que tiene la facultad de mover la cámara a su antojo. De superar las propias limitaciones de la cámara, pues esta es ultraportable y ultraligera, pudiendo situarse allí donde lo desee. Y es que el director, confeso romántico sin esperanza, ha encontrado un vehículo ideal en su personaje, un hombre que inicia una conmovedora búsqueda, no motivada por la culpa sino por el amor, para tratar de revertir la muerte. Vértigo como metáfora última del cine, la imagen artificial que permite perpetuar en el tiempo lo que una vez tuvo vida. Todo por una gran pantalla.
Joan Marimón: "El primer plano en pantalla grande es uno de los más eficaces aliados del espectáculo del cine. Los planos generales de paisajes ya estaban a la vista del ser humano en los grandes lienzos o simplemente en la realidad pero el primer plano de un rostro o de un detalle en una pantalla de cine multiplicando decenas de veces el tamaño real de ese rostro es un fenómeno nuevo que se debe al cinematógrafo. De ahí que una de las leyes no escritas haya sido no abusar de los primeros planos, utilizarlos sólo a su debido tiempo, ya que suponen toda una inyección de energía, como una transfusión de sangre para el espectador que yace maravillado en su butaca, clavado a ella a causa de ese impacto nuevo, visible sólo en la oscuridad de ensoñación de una sala de cine".
Verbigracia: deslúmbrame y me enamoraré.
Toda película sobre atentados terroristas realizada en 2006 es inevitablemente política. Y Déjà Vu lo es de manera admirable, al manifestar la frustración de todo un país por ser incapaz de evitar esos hechos del pasado, por cambiar esos terribles acontecimientos. Este filme de Scott es un sueño imposible. Tan imposible como su puesta en escena, tanto como sus inverosímiles (y geniales) escenas de acción como por el hecho de consiguir transportarse al pasado y cambiar el destino.
Sony presentará la pantalla JumboTron en Times Square el 11 de octubre de 1990. NUEVA YORK (AP) Las brillantes luces de Times Square se iluminarán un poco más en noviembre después de la inauguración de lo que se ha llamado la mayor pantalla permanente de vídeo en color al aire libre en los Estados Unidos. La pantalla de 7 por 9 metros, instalada en One Times Square, es obra de Sony Corp. Responsables de la compañía anunciaron el miércoles los planes para la pantalla JumboTron. La pantalla reemplazará los viejos paneles de Sony que han estado en Times Square durante 20 años. Servirá como una herramienta de marketing y promoción para CBS Records y Columbia Pictures, propiedad de Sony. The Sony Video 1 Network también proporcionará noticias, mensajes de temporada, mensajes de servicio público y otros programas.
Times Square's 1st Video Screen
El espacio que durante la Expo se denominó Plaza Sony, se encontraba al norte del recinto de la Isla de la Cartuja, frente al Pabellón Plaza de África y junto al Pabellón de las Tierras del Jerez. Durante la Muestra Universal, se concibió como un espacio para espectáculos al aire libre, donde se instaló el JumboTron: una pantalla gigante patentada por la empresa tecnológica Sony. Aquí se dieron cita la música y el ritmo más característicos de la época. La Plaza Sony albergó más de 70 conciertos desde el 20 de abril al 12 de octubre de 1992, siendo emitidos en el JumboTron con los derechos de Canal+. El mejorado modelo de Sony estaba compuesto por 60 estructuras modulares traídas desde la sede de la empresa en Japón, que, en conjunto, formaban una enorme pantalla de 192 metros cuadrados y la misma altura que un bloque de pisos de ocho plantas. El lanzamiento del Hispasat, los distintos programas emitidos por TeleExpo, los conciertos durante Expo '92... Sony quiso asegurarse de que todas las emisiones tuvieran la máxima calidad, y sus 32 niveles ajustables de brillo y las 256 tonalidades por cada color primario hicieron el resto. Tras la Exposición Universal, la Plaza Sony se quedó fuera de cualquier plan de futuro y, su principal activo, la pantalla JumboTron, fue vendida por partes y repartida por distintos lugares del mundo: en el año 1993, 42 de los 60 módulos ya estaban en propiedad de una empresa estadounidense asociada a la propia Sony y para 1996, lo que quedaba de la pantalla era adquirida por el Hipódromo de Madrid.
El mayor JumboTron en uso estaba situado en el Rogers Centre, antes SkyDome, de Toronto (Canadá) y medía 10 metros de alto por 34 metros de largo. El Rogers Centre JumboTron fue sustituido en 2005 por un ProStar de Daktronics como parte de un proyecto de revitalización del estadio.
Manual de Instrucciones JumboTron. Fuente: sony.pro
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