Dirigida por
Alfonso CuarónAño
2013Relación con las Telecomunicaciones
Gravity: ¡no te sueltes!
Intuyo que la sensación de visionar Gravity de los Cuarón, padre director e hijo coguionista, en 3D desde la primera fila es equiparable a la que tuvieron los espectadores que veían en 1895 acercarse al tren de los hermanos Lumière. En aquella ocasión hubo espectadores que salieron escopeteados de la sala; aquí y ahora, entre palomitas y móviles de última generación, al salir una vez acabada la proyección algunos comentarios despistados sobre que no se entiende nada o eruditos sobre cómo la ficticia falta de gravedad falla en la cabellera de la protagonista. Por mi parte, el reconocimiento de haber visto algo sublime y novedoso así como, en estos tiempos de efímera comercialidad y sobrecargada efectividad, el agradecimiento por haber optado por la percepción sensorial al filmar un visual paseo espacial de 90 minutos en hipnóticos planos secuencia, el inicial dura más de 15 minutos, que revierten el protagonismo en las imágenes y las situaciones más que en los actores, unos protagonistas que si bien aparecen eclipsados por el poder de la imagen, el 3D y el sonido ambiente están bien presentes para la identificación personal y parapetados tras un magnífico doblaje que realza con su vocalización el atisbo de la esperanza, ¡Aquí, estoy aquí!, la constatación del desespero, ¡Odio el espacio!, o cómo en la penumbra de un callejón sin salida aparente se evoluciona desde el hundimiento en la autocomplacencia a la elevación de la consciencia por la supervivencia, ¡Auhh...! ¡Auhhh..! ¡Auuhhh!."Tus películas me gustan pero son muy retóricas", con esta franqueza le avisó Jonás Cuarón a su padre de que debía probar algo distinto. Y de ahí surgió el concepto conductor del guion coescrito entre ambos, padre e hijo, un guion que desarrolla el experimento de despojar toda la historia de narrativa en pro de crear un viaje visceral y emocional en el que el espectador se convierte en otro personaje por efecto de una cámara en movimiento continuo y con capacidad para atravesar los cascos, tanto de las naves como de los astronautas: la idea es explicar cosas sin dar explicaciones, solo viendo lo que está ocurriendo para que el espectador invierta de alguna manera su experiencia personal en el viaje de los personajes.
Vídeos
Explorer, aquí Kowalski, confirmando visual de los restos: son de un satélite de comunicaciones.
La cámara, etérea, practica la inmersión subjetiva para que el observador prácticamente esté en la piel del personaje.
¡Agárrete a lo que puedas! ¡Agárrate a lo que sea!
Aningaaq es un corto dirigido por Jonás Cuarón que inicialmente estaba pensado como un extra para la edición Blu-ray de la película pero su gran acogida en las proyecciones de festivales como los de Venecia y Telluride han hecho que tenga vida propia, llegando a ser presentado para el mejor cortometraje en los Oscar. Aningaaq, un pescador inuit que acampa sobre el hielo de un fiordo congelado, habla por radio con una astronauta varada en el espacio, a unos 500 kilómetros de distancia. Aunque él no habla inglés ni ella inuit, logran tener una conversación acerca de perros y bebés, sobre la vida y la muerte.
Aningaaq y la escena de la nave de Gravity, en un montaje no oficial pero que integra y secuencia ambos momentos: totalmente desesperada, la astronauta Stone pide ayuda por radio y unos segundos después encuentra respuesta en la voz lejana de un hombre que habla un idioma extranjero, inuit, y con el que a duras penas logra entenderse pero durante esos segundos en los que logra salir de su terrible aislamiento, la doctora Stone oye ladrar a un perro y llorar a un bebé. Ella no lo sabe pero esos dos sonidos simbolizan la proximidad de la muerte y la apuesta por la vida, los dos platillos de la balanza en torno a los que está orbitando.