Happy end
Happy end

Dirigida por

Michael Haneke

Año

2017

Etiquetas

2010 | Chat | Móvil | Ordenador | Privacidad

Relación con las Telecomunicaciones

Situación: Las nuevas tecnologías como herramientas que acrecientan el abismo natural entre las personas.

Situación: La pantalla, móvil o pc, como espejo de la incomunicación.

Situación: Las redes sociales y el autismo de la sociedad actual.

Situación: Un ordenador sin una adecuada contraseña tiene consecuencias.

Happy end: cuando un final feliz es tan imposible como usar la cámara del móvil en apaisado

Esteban Ramón: "Si un artista es grande según su capacidad para retratar su tiempo, sea consciente o inconscientemente, entonces Michael Haneke es un gigante. El cineasta austríaco vuelve a las carteleras con Happy end: una descarnada autopsia de la sociedad europea. Sin duda, el estreno con más veneno del verano".

Julio de 2018. Si la cartelera es la playa, 'Happy end' es el banco de medusas.

La familia burguesa como un organismo en avanzado estado de descomposición, el inevitable choque entre generaciones, las nuevas tecnologías como herramientas que acrecientan el abismo natural entre las personas, el egoísmo y la falta de empatía como elementos inherentes a la persona... todo ello en 'Happy end' y bañado con una sutilísima capa de sarcasmo.

La película sufrió una tibia recepción en el Festival de Cannes de 2017, quizá porque de Haneke se espera directamente la Palma de Oro, tal como obtuvo en 2009 con 'La cinta blanca' y en 2012 con 'Amor' (también Oscar 2013 a la mejor película extranjera).

Y sin embargo, es la quintaesencia de su cine. La película es una acumulación de personajes y temas que, si bien parece que solo se rozan, al final acaban encajando como las piezas de un rompecabezas que, una vez completado, resume perfectamente la carrera del director: la reflexión sobre la violencia, las dañinas relaciones de padres e hijos, el desafecto general de una sociedad al borde de la amoralidad, la perversa lógica capitalista o la mentira del matrimonio. Y, como ingredientes extras, cierto tono de humor negro y una pizca de ironía, o sarcasmo, tal como presagia la palabra 'happy' en el título de la película.

También compendia su maestría: el perturbador uso del fuera de campo, la dirección de actores y el respeto de tratar como un igual al espectador. El sarcasmo del título y de la estética fotográfica 'lavada' (los colores lavados tienen una transición suave entre sí, pareciendo que la fotografía está desenfocada al mezclarse unos tonos de color con otros, como si la fotografía hubiese sido lavada) recalca el habitual estilo de Haneke: rechazo radical a mitigar la acerbidad, despojar cada escena de todo melodrama, limpiar cada secuencia y cada frase hasta destilar una verdad incómoda. Confrontarla o ignorarla es ya responsabilidad de cada espectador.

Y, como guinda, el director indaga en su desconfianza ante las formas tecnológicas de comunicación y las redes sociales. Si bien las pantallas han aparecido desde su segundo filme, El vídeo de Benny (1992), como un elemento disruptivo, aquí los planos en el móvil y en el ordenador atraen la atención porque son importantes para la narración. La película arranca con tres grabaciones de una adolescente con su iPhone, la primera y tercera son sobre su madre y la segunda, determinante, sobre un hámster. Según el propio Haneke: "La historia de Eve, esa adolescente, ya estaba en el guion de Flashmob, mi proyecto frustrado precedente. Leí en un periódico un artículo sobre una chica que había envenenado a su madre y que contó el proceso en Internet. No tengo redes sociales, pero sé de lo que hablo. Me creé una cuenta para investigar sobre ellas. Por culpa o gracias a Internet creemos tener acceso a todo y saberlo todo. Somos adictos al placer. Al falso placer del consumo, de la comunicación inmediata. Ya nadie encara el dolor, lo negativo. Cierto, es un tema recurrente en mi carrera".

Así, todo el que se acerque a ver 'Happy end' (o cualquiera de las películas de Haneke) ha de saber que va al cine como quien va a un examen, al dentista o a jugar un partido del que te sabes perdedor. No se va a disfrutar en un sentido clásico, salvo que se tenga cierta deriva masoquista, pero se agradece haber ido y haberse sumergido un par de horas en el lado oscuro y pesimista de la vida.

Vídeos

En el nada inocente escenario de Calais, la ciudad portuaria que en 2016 se convirtió en una vergonzosa jaula de inmigrantes que intentaban cruzar desde Francia al Reino Unido, la debidamente burguesa familia Laurent, símbolo de la actitud de indiferencia con un toque de mala conciencia de todo un continente al respecto, vive ajena a nada que no sea ella misma. Desde arriba, el patriarca contempla el derrumbe general. Desde abajo, la nieta pequeña observa el devenir rigurosamente absurdo de todo. En medio, el otro nieto desnortado, la hija a los mandos del negocio familiar de construcción, el hijo médico entregado a una doble vida, los sirvientes marroquíes encargados del día a día. Y, a vista de pájaro, el espectador en la butaca ante el ritual cruel en el que Haneke ha convertido su cine; sobre todo en este caso, pues quien más y quien menos lleva encima un móvil, está en alguna red social y tiene el ordenador sin contraseña.

Tráiler

Una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados, es la protagonista de "Happy end", la nueva película de Michael Haneke, un relato sobre la forma de vida en el siglo XXI y el autismo de la sociedad actual, en el que se tocan tangencialmente temas como la inmigración o las redes sociales.

Días de cine - Happy end

Una conversación con Michael Haneke, con 'Happy end' de fondo.

Conversation avec... Michael Haneke - Happy end

El director de fotografía Christian Berger, AAC - Austrian Association of Cinematographers, habla de su trabajo en 'Happy end'.

Christian Berger, director de fotografía de 'Happy end'

La investigadora educativa canadiense Catherine L'Ecuyer se muestra especialmente preocupada por la relación entre la infancia y la tecnología. Admiradora de la pedagoga María Montessori, L'Ecuyer sostiene que en la educación hay que priorizar el descubrimiento y la invención. Según ella, "la mejor preparación para el mundo online es el mundo real", un escenario en el que el rol de los profesores es clave: "Los maestros encienden la curiosidad con pasión, afecto, intuición y sensibilidad. No hay dispositivo electrónico que iguale eso" - explica. En 2017, la Asociación Pediátrica Canadiense recomienda: antes de los dos años, cero pantallas, y de los dos a los cinco años, menos de una hora al día. Y, añade, que han de ser contenidos, como es lógico, que están adecuados a la edad del niño. No tanto a nivel de contenido como del ritmo. ¿Podemos hacer varias actividades que requieren procesar información? Como, por ejemplo: escuchar una clase tomando nota viendo el WhatsApp o mirando las redes... ¿Y cuando hacemos varias cosas a la vez que requieren procesar información, ganamos en tiempo y en eficacia? Pues lo que los estudios dicen, es que cuando acumulamos actividades que requieren procesar información, lo que estamos haciendo, en realidad, no es hacerlas en paralelo, estamos oscilando. Estamos pasando de una actividad a la otra. La tableta, el móvil... la pantalla es una gran consumidora de nuestra atención. Y cuando no llevamos las riendas en su uso, entonces lleva a un empobrecimiento de la atención.

Las pantallas perjudican la atención

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