Dirigida por
Kevin CostnerAño
1997Relación con las Telecomunicaciones
Situación: Defensa del carácter de servicio público de correos.Situación: Ejemplificación del enorme valor que para las personas supone la existencia de un sistema de comunicaciones como el servicio postal.
Mensajero del futuro: Lo que la Cúpula del Trueno separa, el servicio postal acerca (recibir una carta te hace sentir que formas parte de algo)
En 1985, en la pantalla grande, todos los niños cantaban que no necesitaban otro héroe, que tan solo querían encontrar el camino a casa, más allá de la Cúpula del Trueno. Mad Max: Más allá de la Cúpula del Trueno (1985, George Miller, George Ogilvie).Ese mismo año 1985, David Brin publicaba su novela 'El cartero'.
Doce años después, Kevin Costner coproduce, dirige y protagoniza la adaptación cinematográfica de la novela de David Brin. Curiosamente, su personaje no es el de un héroe convencido de antemano de su misión salvadora, sino el de una persona crispante por su indecisión. El tráiler puede sorprender por las cabalgadas incesantes de jinetes ondeando la bandera de las barras y estrellas por las praderas del oeste americano, como si la promoción buscara asociarlo con un wéstern de John Ford. Al parecer los temores de un desastre de taquilla aconsejaban una promoción más basada en la acción y el movimiento asociados a un asumido vívido pasado que en la parte especulativa sobre cómo sobrevivir en un incierto futuro.
Ambientado en un mundo poscatástrofe (pos nuclear táctico, pos invierno nuclear y pos plagas de guerra biológica) la película cuenta la historia de un buscavidas que sobrevive como actor ambulante recitando malamente a Shakespeare en las míseras aldeas de los supervivientes. Un día es capturado por los holnistas, un "ejército" compuesto por antiguos soldados de fortuna, delincuentes, exmilitares y un sinfín de elementos de muy diversa índole al mando del sádico General Bethlehem, empecinado en seguir las tesis de un ideólogo llamado Nathan Holn. El actor consigue escapar de los holnistas, encuentra los restos de una camioneta de reparto de correo y haciéndose pasar por un cartero de los renacidos Estados Unidos de América, acabará convertiéndose sin quererlo en el fundador de un movimiento de reconstrucción de la civilización.
En la película los malos son de los más malos que se hayan podido ver y dejan a los personajes del universo Mad Max a la altura de niños de pecho. Aquí tampoco se necesita otro héroe, basta tan solo con un cartero.
El libro de Brin y la película de Costner son dos variantes, una escrita y la otra filmada, de una misma historia básica: el desafío de reconstruir la civilización después de la gran catástrofe. La versión cinematográfica tiene su propia personalidad y podría decirse que reúne condiciones para superar a la escrita. La historia de Brin es muy sugerente pero desarrolla la acción de forma local. En cambio, la visión de Costner muestra una fábula más universal sobre el papel de la libertad y el valor de la dignidad humana como elementos clave para el desarrollo de la civilización.
La dimensión mítico-patriótica de la película, el peso de la simbología norteamericana tradicional (la bandera, la unión, el presidente, el juramento de los carteros, el himno) hablan de la América ideal de los cuadros de Norman Rockwell y pueden resultar cargantes al espectador europeo, posiblemente cansado de la reiteración de tal parafernalia en otras películas de Hollywood, pero en esta ocasión todos esos elementos son el contrapunto idealizado al horror de la vida tras la catástrofe, agravada por la desaparición de la Unión y el retroceso a un feudalismo bárbaro. La América soñada e ideal del pasado, del deber ser, se ha roto en los corazones de los supervivientes y el espacio lo ha ocupado el desesperanzado sometimiento al ejército neofeudal y su brutal sistema de valores.
Y es aquí cuando lo que podría haber sido una exhibición de patrioterismo yanqui se convierte poco a poco en una simbólica fábula. Kevin Costner declaró haber relegado ciertos aspectos de la historia original que tenían un contenido más tecnológico (falta lo relacionado con Cíclope, el falso superordenador que ayuda a los protagonistas en la novela) y que su deseo era potenciar el contenido simbólico de la trama. Y tampoco se puede criticar que la película esté en clave norteamericana pues los autores son de allí y es lógico que lo ambienten en su medio y con sus propios símbolos. Así, por ejemplo, cuando el General y el Cartero se enfrentan en singular duelo:
- General: Vas a perder por que no crees en nada y ello te quita toda tu fortaleza.
- Cartero: Creo en los Estados Unidos de América.
Si bien la película logra una historia de alcance más universal, la novela describe mucho mejor cómo el establecimiento de un servicio de correos entre las poblaciones de supervivientes se convierte en pieza clave de la reconstrucción material y moral.
En estos tiempos de retroceso de lo público frente a lo privado, cuando se privatizan servicios esenciales, esta defensa del carácter de servicio público de correos encuentra en esta sencilla historia un gran valedor pues ejemplifica a la perfección el enorme valor para las personas de la existencia de un sistema de comunicaciones como el servicio postal. Y la guinda: lo Público como emblema de progreso y civilización, frente a lo Privado como emblema del retroceso a la barbarie y a la ley del más fuerte.
Vídeos
Kevin Costner logró un éxito inesperado con "Bailando con lobos" (1990, Kevin Costner), con 7 Oscar incluidos. Y eso cogió a la prensa y al mundo del cine en general con el pie cambiado. Y puede decirse que levantó la veda, acoso y derribo, del actor y director. Cualquier película en la que Costner participara era masacrada, fuera o no un éxito en taquilla. "Mensajero del futuro" escenificó el tiro de gracia para Costner (que no volvió a ponerse tras la cámara hasta 2003, con el wéstern Open Range, y desde entonces nunca más ha vuelto a dirigir). Por otro lado, Brian Helgeland, uno de los guionistas de esta película, estuvo nominado en 1998 como peor guionista por ella en los premios Razzie y al mejor guión adaptado por L.A. Confidential (1997, Curtis Hanson). Finalmente, Brian Helgeland ganó ambos premios con lo que acabó siendo, a la vez, el peor y el mejor guionista de la cosecha de 1997.
Estamos ante una distopía de un futuro posnuclear donde los pocos supervivientes se agrupan en pequeños núcleos de población, más similares a tribus que a ciudades, inconexos entre ellos y donde las formas de gobierno varían entre sí. Unos grupos adoptan formas feudales, otros intentan organizarse en sistemas similares a las alcaldías de los pueblos pequeños, otros optan por la gerontocracia, otros son gobernados por tecnócratas, otros por pequeños dictadores y muchos otros, ni siquiera tienen un gobierno como tal, sino que se rigen por la ley del más fuerte. Esos grupos cerrados, recelosos unos de otros, intentan competir por los pocos recursos que quedan disponibles, e intentan generar de modo autosuficiente los elementos necesarios para su supervivencia. Solo algunos tienen preocupaciones culturales o educativas. Prima lo fundamental.
No estamos ante un universo posnuclear puro, sino el resultado de una combinación de factores de destrucción que han afectado a las columnas vertebrales del sistema social, provocando, eso sí, la desaparición del mundo urbano casi por completo. Sus supervivientes habitan zonas apartadas en las montañas, o en el borde de grandes desiertos; sabemos que hay zonas aun más alejadas donde la destrucción ha sido mínima, pero al quedar destruidas las comunicaciones, las distancias retoman sus antiguas dimensiones, los caminos se vuelven inseguros por la violencia, las plagas o el hambre y la gente se queda aislada a merced de lo desconocido.
La película viene a representar las dos caras de Estados Unidos, la América liberal, tolerante y pacifista, y la América conservadora, intolerante y belicista. Kevin Costner toma partido por la América liberal, pero su personaje es un ser vencido por la desesperanza al que le costará encontrar el convencimiento interno para enfrentarse al horror; la historia desarrolla la progresión psicológica del protagonista hasta convencerse de qué es exactamente lo que debe hacer: cumplir, no pasar de largo.
En la gala los Oscar de 1998, presentada por Billy Crystal, Kevin Costner se autoparodió en el vídeo de presentación haciendo de su personaje de cartero en plena catástrofe. En el vídeo, Crystal aparecía en la popa del Titanic y le daba sus votos para ese año a Costner quien vestido de cartero acababa cayendo al agua. Así, con estilo y una sonrisa, Costner se precipitaba en el océano del olvido pero, profesional, sin soltar el sobre sellado.