Dirigida por
Jacques TatiAño
1958Relación con las Telecomunicaciones
Situación: Los primeros pasos de la domótica, antes de encaminarse hacia el internet de las cosas.Situación: La vida moderna y ultratecnificada contrapuesta al encanto y la calidez de la vida tradicional.
Situación: La tendencia de la sociedad moderna a enredarse y a confiar en aparatos.
Mi tío: como verá, todo comunica
El discurso de "Mi tío" abona el terreno a esa sonrisa sostenida que embarga al espectador cuando reconoce la aguda disección que concede la ironía y se siente considerado por el autor como un receptor inteligente y partícipe activo de la obra. El realizador francés levanta aquí una crítica mucho más ácida contra la sociedad moderna, tecnificada y deshumanizada, a partir de dos ejes narrativos que 'aprisionan' al Sr. Hulot: la industria de mangueras de su cuñado y la vivienda familiar de su hermana. La fábrica de mangueras recoge el legado de "Tiempos modernos" (1936, Charles Chaplin), el ser humano sometido a la dictadura de la máquina y despersonalizado por el trabajo en cadena. El domicilio completamente automatizado está al servicio de una nueva clase media alta regida por lo superficial y lo frívolo, y con unas pretensiones de progreso tecnológico sin parangón a nivel cultural. Y ambas variantes de prisión mecanizada afectan tanto al Hulot obrero como al amo de casa: véanse los problemas con que se encuentra el bueno de Hulot cuando entra a trabajar en la empresa de tubos de plástico o intenta conseguir un vaso en la cocina de su hermana.
"Mi tío" resume fantásticamente la arquitectura y la ciudad de mediados de siglo XX, al menos en sus dos extremos más reconocibles. La película de Jacques Tati muestra los contrastes entre dos mundos, dos maneras de vivir y de entender la ciudad y la arquitectura que a finales de los años 50 se superpondrían violentamente. Uno es el mundo de la modernidad exagerada por un optimismo futurista, que llegó (o regresó) a Europa de la mano de la reconstrucción de posguerra, y el otro está representado por la ciudad tradicional.
Esos dos mundos están representados en la película de Tati en tres niveles diferentes: el habitante, su casa y su entorno cotidiano o el barrio. Un niño, Gerard, va a ser el conector entre estos dos mundos completamente diferentes. Él vive en el barrio moderno, en una casa moderna -Villa Arpel- y tiene una familia moderna. Al otro lado está el tío de Gerard, Monsieur Hulot, que vive en la parte antigua de la ciudad, en un edificio antiguo.
Villa Arpel es una burbuja supermoderna cerrada al exterior mediante un muro que la separa del resto del barrio. Sólo un gran portón para el coche la conecta con la ciudad. La casa de Tati en cambio es un complejo laberinto de viviendas, escaleras y pasillos donde difícilmente se pueda escapar de la mirada, el saludo, la conversación casual, en fin del contacto social con el barrio. El edificio forma parte del barrio.
"No estoy en absoluto en contra de la arquitectura moderna, pero creo que además del permiso de construcción se debería emitir un permiso para habitar", decía Tati a propósito de su película.
Villa Arpel es una vivienda ultramoderna, dotada de todo tipo de dispositivos automáticos, con un diseño de jardines y de espacios absolutamente geométrico y artificial. En ella hay tres ambientes que Tati usa con maestría para generar un humor sutil e inteligente basado en acciones ridículas por lo artificiosas, rutinarias y pedantes. La puerta automática de entrada a la casa que se abre y cierra a las órdenes de la hermana de Hulot, también siempre pendiente de encender y apagar, al mismo tiempo, la fuente del jardín en la cual un pez arroja un chorro de agua pero solo si quien entra no es de la familia -no hay que despilfarrar recursos, ni energía-; la cocina automática, robótica, que produce y engulle alimentos con espíritu de inteligencia artificial autónoma; la nueva puerta del garaje, símbolo de que todo será automático en los tiempos que se avecinan, dotada de sensores que detectan el paso del vehículo o del conductor para abrirse y cerrarse pero que no tiene en cuenta a los demás habitantes de la casa, en particular al de cuatro patas. Tati repite una y otra vez las escenas en las que los personajes se ven esclavizados y sometidos por los dispositivos de la vida moderna, sin que a cambio realmente supongan un valor añadido a sus momentos cotidianos por mucho que intenten exhibirlos y mejorarlos.
"El progreso tecnológico sólo nos ha provisto de medios más eficientes para ir hacia atrás", Aldous Huxley.
Vídeos
Parodia blanca de la vida moderna y ultratecnificada contrapuesta con el encanto y la calidez de la vida tradicional a través de las meteduras de pata del entrañable Monsieur Hulot y las trastadas de su travieso sobrino.
En los orígenes todo era oscuro y silencioso, según pasó el tiempo se volvió luminoso y ruidoso. Ganó en vida, pero como decía Charles Chaplin perdió en interpretación. Mi tío, en la que Jacques Tati hace un uso muy singular del sonido, es una de las obras que mejor expresan esta vía intermedia entre el sonoro y el mudo. Buena parte de su mérito reside en el amor por el detalle, que puede apreciarse en los inolvidables créditos, en los que ya se plantean los grandes conflictos de la historia: modernidad-tradición, sencillez-afectación, autenticidad-artificiosidad.
"Mi tío" podría entenderse perfectamente si el volumen estuviera a cero. Se trata de un cine mudo al que se le ha incorporado el sonido pero donde la auténtica protagonista es la imagen: la mímica, la reunión de personas en torno a una actividad, la atención que se les concede a todos los caracteres secundarios o el uso de planos generales para captar mejor todos los detalles y el clima que se respira en cada lugar.
La perfección llevada al límite.
Los primeros pasos de la domótica.
¡Qué grande es Tati!