Dirigida por
John WooAño
2002Relación con las Telecomunicaciones
Situación: No se necesita una protección de datos imposible de romper, lo que se necesita es una protección suficientemente fuerte para prevenir que se pueda acceder a la información en el tiempo que esté disponible o sea relevante.Situación: Un Navajo Code Talker podía transmitir los mensajes de manera mucho más rápida que con máquina de cifrado (sólo tardaba 20 segundos, en comparación con los 30 minutos que tardaba el cifrado, transmisión y descifrado de un mensaje de unas 3 líneas).
Windtalkers: su misión es proteger el código a toda costa
La Segunda Guerra Mundial fue un momento crucial para muchas tecnologías, incluyendo aquellas que dieron forma a la industria de la seguridad informática moderna. En esa época, los métodos y máquinas que utilizaban los principios del cifrado moderno solían sumarse a los métodos de cifrado amateur. Curiosamente, estos últimos demostraron ser métodos de confianza. Por ejemplo, el uso de la lengua navaja utilizada por el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos en el teatro de operaciones del Pacífico.Al estar en el campo de batalla, los marines tenían que coordinar por un lado las operaciones entre las unidades y las divisiones aéreas, y por otro los escuadrones de apoyo de artillería. Toda la comunicación era vía radio por lo que también era accesible para el adversario.
Era crucial mantener una interacción rápida pues se trataba de las estrategias para el campo de batalla. Es por eso que las máquinas de cifrado y las libretas de un solo uso, que eran utilizadas como medios principales para la protección de datos en ese entonces, eran demasiado lentas para ser eficientes.
La idea de utilizar un idioma exótico para proteger la comunicación no era una novedad pues ya se había usado con éxito a finales de la Primera Guerra Mundial cuando las tropas americanas, en concreto la 36 división de infantería de EEUU, usaron el lenguaje Choctaw, indios nativos de Oklahoma, durante las operaciones en Europa.
Sin embargo, la contrainteligencia estadounidense era consciente de que a raíz del éxito de esta historia muchos ‘investigadores’ alemanes llegaron a Estados Unidos para estudiar las lenguas nativas americanas. Y era de sentido común suponer que compartirían los conocimientos adquiridos con su aliado en el Pacífico.
Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, Philip Johnston, un oficial retirado de Los Ángeles, ya sobrepasaba la edad para servir en el ejército pero consideró que su experiencia en la Primera Guerra Mundial y sus ideas sobre la seguridad de la comunicación en el campo de batalla merecían la pena y decidió ofrecérselas al Alto Mando.
Johnston, que había crecido cerca del territorio navajo y estaba fascinado con esta cultura y su lengua, e incluso había sido intérprete en la cumbre de Washington para una delegación navaja durante su adolescencia, se esforzó en convencer al Alto Mando de la ventaja estratégica que sería utilizar el navajo. La base de su argumentación estribaba en la dificultad y el poco uso de éste ya que aparte de los propios navajos, sólo lo hablaban 30 personas en América y, debido a su compleja gramática, ni los intérpretes de lenguajes similares lo comprendían.
Y ocurrió que una vez creado el grupo de 29 nativos americanos para iniciar el proceso de formación, la idea evolucionó con el objetivo puesto en crear una mejor comunicación cifrada.
En primer lugar, se creó un alfabeto fónico: al comunicarse por radio, cada letra del alfabeto se correspondía con una palabra en inglés con una traducción simple al navajo (por ejemplo A = árbol, B = bebé, C = casa, etc.).
Por ejemplo, la pronunciación de IWO JIMA en inglés común sonaba algo así por radio: "item" "william" "oboe" "jig" "item" "mike" "able". Y estos términos ya eran conocidos por la inteligencia japonesa. Con el alfabeto fónico creado, la pronunciación quedaba algo así: "tin" "gloe-ih" "ne-ash-jah" "tkele-cho-gi" "tin" "na-as-tso-si" "wol-la-chee".
En segundo lugar, para términos de uso frecuente se introdujo un glosario que por una parte se utilizaba para acelerar el intercambio de palabras y por otra para unificar términos que no existían en navajo. Por ejemplo, los aviones de combate se llamaban "abejorros", los bombarderos "buitres", las bombas "huevos", los tanques "tortugas", los submarinos se convirtieron en "peces de hierro" y para referirse a los coroneles la denominación era "águilas de plata". Comenzaron con unas 240 palabras que se extendieron a más de 400 en el transcurso de la guerra.
Y como última línea de protección, los marines nativos americanos tuvieron que estudiar el sistema de cifrado a conciencia durante los entrenamientos para que el enemigo nunca accediera a sus materiales escritos durante las operaciones.
Como resultado, los mensajes transmitidos por los codificadores navajo no fueron comprendidos ni siquiera por sus compañeros de tribu que no habían sido reclutados o formados.
Este esquema parece muy sofisticado sobre el papel, pero en el uso real se demostró que con el navajo se podían transmitir los mensajes de manera mucho más rápida que con máquinas creadas especialmente para el cifrado. Y al decir ‘mucho’ más rápida, no se está exagerando: un Navajo Code Talker sólo tardaba 20 segundos en comparación con los 30 minutos que tardaba el cifrado, transmisión y descifrado de un mensaje de unas 3 líneas.
Hubo alrededor de 400 navajos trabajando como transmisores en el Cuerpo de Marines de Estados Unidos durante la guerra.
La inteligencia japonesa no fue capaz de descifrar el navajo aunque sabía de la existencia de este esquema de comunicaciones. Joe Kieyoomia, un marine navajo, fue capturado por los japoneses y una vez liberado contó que había sido torturado desde el momento en que descubrieron su origen navajo. Pero él solo era un soldado, no uno de los transmisores de código, y desconocía cómo funcionaba el sistema.
En la Segunda Guerra Mundial, los EEUU también utilizaron, a más pequeña escala y en el frente europeo, a Code Talkers comanches.
El papel de los codificadores navajos fue material clasificado hasta 1969. Y solo en 1982 comenzaron a ser reconocidos y honrados públicamente. En el año 2000, Bill Clinton firmó el decreto por el que se concedía la Medalla de Oro del Congreso a los 29 Code Talkers originales y la de plata a los demás. El 27 de julio de 2001, George W. Bush hizo entrega de las medallas. En el verano de 2002 se estrenó 'Windtalkers'.
Sería algo muy ingenuo comparar el esquema navajo con los métodos de cifrado actuales. Este método antiguo es vulnerable, claro, pero es indudable que cumplió con su cometido durante la guerra.
La conclusión es aplicable a la actualidad: en realidad no se necesita una protección de datos imposible de romper, lo que se necesita es una protección suficientemente fuerte para prevenir que un hacker pueda acceder a la información en el poco tiempo que la tenga disponible o sea relevante.
Vídeos
John Woo, realizador de Hong Kong, afincado en EEUU, conocido por sus películas de artes marciales y famoso por su mitificación de la violencia, es un autor que ha ido ascendiendo en el estrellato del cine estadounidense por su solidez narrativa, de ritmo trepidande -que apenas da respiro al espectador-, su peculiar estética de la violencia -concebida como una coreografía de ballet-, la utilización de elementos propios del videoclip, la cuidada banda sonora y su bien aprendida lección en los clásicos del cine americano, especialmente el cine bélico. Y todo ello está en 'Windtalkers', película que, sin pretender fidelidad a los hechos, recrea la experiencia de 29 soldados, indios navajos, que abandonaron la reserva en Arizona para alistarse en el Cuerpo de Marines en la Segunda Guerra Mundial. La película se centra en sendos nativos y los dos sargentos 'blancos' que tenían la orden de velar, a toda costa, por que el código no cayera en manos del enemigo, en medio de la locura que fue la batalla por la toma de la isla de Saipán. Woo compone un gran homenaje a la cultura del cine de acción americano: cada plano, cada encuadre es de una gran riqueza significativa, tanto en lo que se produce en primer plano como lo que acontece en segundo plano -siempre hay un soldado o grupo de soldados realizando algún tipo de operación o movimiento táctico o cotidiano-, en los diálogos se combina el plano-contraplano con el plano secuencia o tomas muy forzadas en las que ambos dialogantes comparten encuadre, de frente y de espaldas en un primerísimo primer plano, sobreimpresiones que agilizan la acción, movimientos circulares de cámara que informan de la marcha de los ejércitos y que dejan atrás los cementerios de los caídos en batalla o la reiteración de cruentas escenas bélicas en las que no se cuestiona la guerra, secuencias en las que está ausente cualquier amago de crítica, tan solo la exposición de una iconografía mortal a todo cinemascope.
El código en marcha. La estación base en primera línea transmite hasta la estación repetidora en lo alto de la colina que llega hasta la estación destino en alta mar y, obviamente, a la estación interceptora siempre a la escucha. Obsérvese la dínamo manual en la estación del búnker japonés. Entre las críticas a la película, una es que se centra en el personaje del sargento Enders cuando el título de la película deriva de los operadores navajos que reciben escasa atención durante el extenso metraje. Sin embargo, no se puede ser más didáctico en dos minutos y 9 segundos.
Jordi Batlle Caminal no se anda por las ramas en Fotogramas: " 'Windtalkers' es, sin duda, la mejor película de guerra desde 'Salvar al soldado Ryan' (1998, Steven Spielberg), que a su vez era la mejor película de guerra desde 'Uno Rojo: División de choque' (1980, Samuel Fuller). Detengámonos en Fuller, porque es él el faro que guía a John Woo; no sólo 'Uno Rojo...', sino también 'Casco de acero' (1951, Samuel Fuller) y, muy especialmente, 'Invasión en Birmania' (1962, Samuel Fuller). ¿Los componentes de la fórmula? Hierro, hierro y más hierro. Cine de sabor clásico, vibrante, emocionante, regio. Ver 'Windtalkers' es reencontrarnos con el placer de la narración pura al servicio de un género al que mima todas las constantes: el grupo de valientes en la ratonera, sus tensiones internas, los ataques, las emboscadas, las luchas cuerpo a cuerpo, el individualismo y el heroísmo, el compadreo, los preparativos para entrar en combate... Como en 'Invasión en Birmania', hay también un tramo de aldea donde Woo, con sensibilidad comparable a la de Fuller, plasma las relaciones entre los bravos soldados y los nativos, básicamente niños; una escena que habla de la absurdidad del enfrentamiento sin recurrir a monserga alguna. Y si en aquella obra maestra había escenas de acción tan contundentes como la toma de la estación de Shadazup, aquí Woo no se corta un pelo y nos ofrece, desde la bellísima imagen inicial del cadáver flotando sobre un río enrojecido, un encadenado de momentos culminantes a cual más brillante, sin desperdicio el que protagoniza el indio navajo haciéndose pasar por japonés. También hay mucho Walsh, 'Objetivo: Birmania' (1945, Raoul Walsh), 'Más allá de las lágrimas' (1955, Raoul Walsh), en 'Windtalkers'; y mucho y muy buen wéstern. En fin: un film bélico como Dios manda, apawoollantemente wooeno. Para fullerianos y walshianos con ganas de guerra. Casi dos horas y media que pasan como un soplo". Vaya como muestra este botón, en el que la cámara vuela descriptiva hilando una narración visual en la que sobran las palabras.
El discurso del Presidente George W. Bush, Washington DC, 26 de julio de 2001, como narración de las imágenes que ilustran la perspectiva histórica de los 'Navajo Code Talkers'. Más en la web navajocodetalkers.org .
Historical Perspective Video of Navajo Code Talkers
Los Choctaw Code Talkers fueron un grupo de indios choctaw de Oklahoma que fue pionero en el uso de las lenguas nativas americanas como código militar durante los últimos días de la Primera Guerra Mundial.