Dirigida por
Clarence BrownAño
1940Relación con las Telecomunicaciones
Situación: No inventaré cosas que la gente no quiera.Situación: ¿Cómo quiere que descubra algo si no es jugando?
Situación: ¿Qué es la electricidad? Un viejo telegrafista escocés me dijo que era como un perro salchicha lo bastante largo para llegar de Edimburgo a Londres: estiras del rabo en Edimburgo y ladra en Londres.
Situación: Lo bueno de los errores es que no son para siempre.
Personaje: EDISON, Thomas Alva.
Edison, el hombre: avanzando hacia una nueva luz
Un largo flashback, que abarca más de cincuenta años de investigaciones y sacrificios, rinde tributo a uno de los inventores más prolíficos de la historia en una muestra de tono blando y suave para una apuesta hagiográfica que arroja luz sobre el lado humano de quien para muchos es una leyenda.El caudal de virtudes que emana de la película sirve para confirmar que Clarence Brown puede situarse entre los grandes humanistas del cine norteamericano. La película es una valiosa y necesaria mirada revestida de optimismo y confianza en las bondades de la condición humana.
La película se inicia en New York en 1929, momento en que la ciudad va a rendir homenaje a Edison con motivo del cincuenta aniversario de la invención de la bombilla incandescente.
Thomas Alva Edison, que ya es un anciano de ochenta y dos años de edad, se encuentra reunido con una pareja de jóvenes periodistas. Durante la entrevista, el científico se presenta a sí mismo no como un genio, sino como un hombre corriente al que su madre enseñó a trabajar; una lección, para él, mucho más valiosa que las que se impartían en la escuela.
Edison aún conserva sus sencillas costumbres de juventud y, a sabiendas de retrasarse para el evento en su honor, se toma su vaso de leche con un trozo de tarta de manzana antes de iniciar el discurrir por el relato, rayano en la hagiografía con el trasfondo de la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, de la andadura creadora de esta figura en el campo de la invención.
Tras la presentación del homenajeado, y antes de que éste vaya a tomar la palabra, un significativo flashback nos traslada a seis décadas atrás en el pasado, mediante ese puro que el viejo Edison enciende y que funde con la imagen del más joven encendiendo otro con la llama que le brinda un operario de farolas de New York. Edison está recién llegado a la ciudad y tras haber ejercido como telegrafista quiere establecerse como inventor aunque no tiene en mente ningún objetivo concreto.
De la narración va emergiendo un relato que discurre pausado, evitando las altisonancias y asentado en el terreno de lo intimista. Es más, incluso en los momentos más dramáticos, la película nunca dejará de mostrar un semblante optimista y esperanzador. Aunque puede parecer que la relación mantenida con la que será su esposa -Mary Stilwell- queda en un segundo término, conforme avanza la historia se constata la sinceridad que emana de su relación y la importancia que su apoyo revestirá en el devenir de su andadura como inventor, sobre todo en sus momentos más complejos y difíciles.
También, con un admirable uso de la elipsis, el film incide en la apasionante descripción de la lucha que Edison mantendrá a la hora de llevar a la práctica esa capacidad creadora en beneficio de la comunidad. Pero Clarence Brown casi nunca alza el tono de su relato. Incluso en sus momentos más difíciles -la lucha por mantener su laboratorio en Menlo Park- vemos la relajación -en ocasiones casi cómica- del protagonista que no duda en recluirse a un pequeño cubículo buscando con ello mantener la necesaria paz interior que le permita perseverar en sus intuiciones investigadoras.
A través de varios episodios, la película muestra la historia de una lucha, el devenir de una convicción de quien se sobrepone a las convenciones de la época que le ha tocado vivir. Este contraste tiene su vector director en las opuestas personalidades del abierto general Powell y del avieso Taggart que siendo socios de la misma compañía sus visiones del negocio y del trato personal conforman la cara y cruz de la moneda del progreso.
Lo apasionante del film reside en la hondura y el vitalismo con que se describen las progresiones, frustraciones, logros, incidencias y, ante todo, la relación humana del protagonista con su grupo de operarios. En el inicio, su confianza en ellos le lleva a conseguir una importante cantidad de dinero que le permitirá establecerse en Menlo Park. Luego, ellos le devolverán dicha confianza en un momento crítico de las experimentaciones, cuando Edison se encuentra sin poder pagarles y no tiene otra opción que despedirlos. De forma inesperada para él, al día siguiente comprueba estupefacto que sus trabajadores siguen en sus puestos en una actitud conjunta revestida de dignidad a la hora de proseguir sus investigaciones.
La obtención de la bombilla es un episodio descrito de forma admirable con un ritmo sincopado en el que los instantes más significativos alcanzan una efectividad asombrosa.
Edison mantiene la dignidad a la hora de no plegarse a los designios de Taggart tanto cuando le pide ayuda para mantener Menlo Park como cuando, una vez logrado el invento de la bombilla, Taggart no ceja en sus intentos por evitar que la invención pueda implantarse en una zona de New York como primer paso para sustituir el uso del gas por el de la electricidad.
Finalmente, el fruto de seis intensos meses de esfuerzo -es el plazo que Edison consiguió para iluminar una zona de New York- culminado con éxito en el último minuto, se nos presenta de forma sencilla y, a la vez, emotiva con un plano general de Edison y su mujer asomados a la ventana contemplando el encendido de la calle.
Vídeos
El tráiler es una pieza clave en el funcionamiento de la industria cinematográfica, una herramienta de marketing que posiciona el film en el mercado. No existe un modelo único de tráiler, sino que éste depende sobre todo del género del film que anuncia y de los objetivos comunicativos que persigue. Según Kevin Thomas, el primer tráiler fue exhibido en 1912 en Nueva York. La primera 'major' (compañía cinematográfica que produce, distribuye y exhibe películas a nivel internacional) en lanzar oficialmente tráileres fue Paramount en 1916. Tres años después, Paramount, que ya montaba este tipo de piezas en todas sus producciones, creó una sección especializada en su realización. En pocos años todas las 'majors' contaban con una división especializada en tráileres. La historia del tráiler sigue la evolución del público del cine. El término tráiler proviene de que originalmente se mostraban al final de las proyecciones de largometrajes como modo de 'enganche' para que el público volviese. Sin embargo, esta práctica no duró mucho ya que el público tiene tendencia a salir de la sala al terminar la película pero el nombre se ha mantenido. El tráiler es fruto de la necesidad de las productoras de anunciar sus próximos estrenos cuando el cinematógrafo deja de ser un espectáculo por sí mismo y su público se vuelve más selectivo con las producciones. Los tráileres cinematográficos son una herramienta publicitaria que, a veces, alcanza la categoría de arte y que se han convertido en pequeñas obras de ingeniería de la anticipación encapsuladas en misiles en la órbita de los 150 segundos (+/-30) cuya misión consiste en interesar a millones de personas de todo el mundo. Los más esperados, hasta tienen su propio tráiler. Entre la vorágine multimedia y multiplataforma de un tráiler de 2017 y la sencillez de los primeros (unos simples carteles con el título de la película, alguna que otra frase promocional de catálogo, los nombres de las estrellas presentes en el reparto y escenas del filme en cuestión), sigue el de "Edison, el hombre" que en 145 segundos introduce la película tras hacer una semblanza del actor principal a partir de otras películas suyas para, finalmente, apalancarse haciendo referencia a otra película del estudio sobre el mismo personaje.
La tensión acumulada durante la invención aún se ve aumentada en el momento de la cuantificación: el inventor ante las opuestas personalidades de los dos socios que conforman la cara y cruz de la moneda del progreso.
Clip: Selling the stock ticker
Lo apasionante del film reside en la hondura y el vitalismo con que se describen las progresiones, frustraciones, logros, incidencias y, ante todo, la relación humana del protagonista con su grupo de operarios.
El discurso que Edison pronuncia al final expone con claridad su visión espiritual de la ciencia. La genialidad humana -el famoso 1% de inspiración- es un don de Dios, y ha de ser utilizado siempre en beneficio de la humanidad. El hombre puede descubrir la verdad, alcanzar todos los secretos del universo y hacer que la Naturaleza se rinda ante él pero ese es un poder peligroso, pues también puede ser utilizado para fines innobles. Edison reivindica la correcta utilización de la inteligencia y de la libertad humanas como condición indispensable para el desarrollo de una ciencia que supere el mero desarrollo tecnológico y busque la verdad del hombre.