Dirigida por
Clint EastwoodAño
2008Relación con las Telecomunicaciones
Situación: Espléndida ambientación de época de una centralita de teléfonos de Los Angeles en 1928.El intercambio: pruébelo un par de semanas
Los Angeles, sábado 10 de marzo de 1928. Christine Collins, una madre soltera que trabaja de supervisora en una compañía telefónica, regresa a su casa después de una larga jornada y comprueba que su hijo ha desaparecido. Desconcertada, avisa a la policía y se inicia una amarga búsqueda que concluirá cinco meses después con el hallazgo del muchacho. Sin embargo, la madre está convencida de que el niño que la policía le ha entregado no es su hijo.El guionista J. Michael Straczynski había trabajado para Los Angeles Times, The Herald Examiner y Time, entre otras publicaciones, cuando descubrió la asombrosa historia de la mujer que detuvo la maquinaria política de la ciudad: "Una fuente que tenía en el Ayuntamiento me llamó para decirme que estaban quemando archivos viejos y que debería echar un vistazo a uno antes de que acabara en la incineradora. Me fui allí corriendo y leí la trascripción de la vista oral que celebró el Consejo Municipal de Bienestar Social para el caso de Christine Collins. Empecé a leer el testimonio y lo primero que pensé fue: ‘Esto no puede haber pasado, debe haber un error’, y me quedé enganchado".
En el año 1928, Los Ángeles estaba en manos de una infraestructura política despótica a cuya cabeza se encontraba el alcalde George E. Cryer, respaldado por el jefe de policía James E. 'Dos pistolas' Davis y su brigada armada, un grupo de policías pistoleros. Pero el reinado del alcalde y del jefe empezó a hacer aguas cuando Christine Collins denunció la desaparición de su hijo. Después de meses de búsqueda, la policía solo había obtenido una creciente publicidad negativa.
Cuando se encontró a un chico en DeKalb, Illinois, que decía ser Walter, Christine y todos los que participaban en la búsqueda contuvieron la respiración. Después de ver las fotos, las autoridades estaban convencidas de que el caso estaba resuelto. Christine reunió el dinero necesario para traer al niño y la policía de Los Ángeles organizó un auténtico montaje mediático para el reencuentro entre el niño y la desesperada madre. Estaban convencidos de que distraería la atención del público y alejaría la presión a la que empezaban a estar sometidos por su incapacidad para resolver este caso (y la mayoría de casos) y que además haría olvidar los numerosos escándalos de corrupción. Pero el problema fue que el niño en cuestión no era Walter.
A pesar de que Christine Collins declaró inmediatamente y en repetidas ocasiones que el niño no era su hijo, el agente encargado del caso, el capitán J.J. Jones, según lo que ella contó en la vista ante el Consejo Municipal, le dijo que "probara el niño un par semanas". Confundida y desorientada, aceptó. Y el caso se cerró.
A las tres semanas, Christine Collins volvió con el niño diciendo que no era Walter por mucho que dijera la policía. El capitán Jones no estaba acostumbrado a que cuestionaran sus decisiones, y menos una mujer. Con la aprobación tácita de Davis, el jefe de policía, sometió a Christine a una campaña difamatoria y la hizo ingresar en el ala de psiquiátrica del hospital del condado para no reconocer su equivocación. Allí estuvo encerrada cinco horribles días bajo un 'Código 12' reservado para personas difíciles, normalmente mujeres, a las que se ingresaba en el ala psiquiátrica sin orden judicial alguna.
El niño que dijo ser Walter acabó reconociendo que tenía 12 años y que se llamaba Arthur Hutchins Jr., que se había escapado de su casa y que quería llegar a Hollywood para conocer a Tom Mix, su actor favorito. Cuando oyó a alguien en un bar de carretera de Illinois decir que tenía un parecido asombroso con el chico Collins, se le ocurrió entregarse a las autoridades locales y hacerse pasar por Walter para que Christine le pagara el billete a Los Ángeles, le alojara y alimentara. Sin saberlo, su plan desencadenaría una serie de acontecimientos que cambiaría para siempre el comportamiento de la policía de Los Ángeles.
Los crímenes de Wineville (también conocidos como los asesinatos del gallinero de Wineville) fueron una serie de secuestros y asesinatos de niños que tuvieron lugar en Los Ángeles en 1928. El caso expuso al gran público la corrupción en el Departamento de Policía de Los Ángeles y recibió atención nacional.
En 1928, Sanford Clark, sobrino de 15 años de Gordon Northcott, llevó a la policía a la granja de pollos de su tío situada cerca de Wineville, en el condado de Riverside. Los agentes descubrieron los cadáveres de varios niños matados a hachazos y enterrados. Sanford Clark afirmó que uno de ellos era Walter, pero nunca se pudo demostrar. Los investigadores encontraron un hacha y restos de huesos, pelo, y los dedos de tres de las víctimas enterrados en cal cerca del gallinero.
La investigación sacó a la luz la espeluznante vida que llevaban los Northcott en su granja de la muerte y consiguió resolver algunos casos de niños desaparecidos en la región. Se descubrió que Northcott, de 24 años, y su madre Sarah Louise Northcott, habían secuestrado, torturado y matado a niños en su propiedad. El asesino en serie fue condenado y ejecutado por la muerte de cuatro niños, aunque se estima que mató a muchos más. El homicida, un narcisista amante de la publicidad, jugó con Christine Collins hasta el día de su ejecución cambiando constantemente de versión acerca de lo que le hizo a Walter.
Después de 27 días de juicio, el 7 de febrero de 1929 Gordon Stewart Northcott fue declarado culpable de matar a Lewis y Nelson Winslow y otro niño mexicano no identificado. El jurado lo condenó por secuestrar, abusar sexualmente, torturar, asesinar y descuartizar a estos y otros niños durante el año 1928. El 13 de febrero de 1929, el Juez Freeman condenó a Northcott a ser ahorcado, sentencia que se llevó a cabo 2 de octubre de 1930.
Más tarde, Louisa Northcott, madre del condenado, admitió haber asesinado a Walter Collins. Fue condenada a cadena perpetua en la prisión estatal de San Quintín, aunque se cree que Northcott había coaccionado a su madre para cometer el asesinato.
Christine Collins murió en 1964 sin saber lo que le había pasado a su hijo. A pesar de que la mujer demandó a la ciudad y ganó el pleito, por lo que el municipio debía indemnizarla con 10.800 dólares, nunca cobró un centavo.
Vídeos
La bulliciosa ciudad de Los Ángeles sirve de telón de fondo para la historia de la búsqueda de Christine Collins. Desde las primeras imágenes de una familia feliz en una modesta casa de un barrio obrero a las afueras de la ciudad, pasando por la central telefónica donde trabaja Christine, hasta los cientos de personas que se manifiestan delante del Ayuntamiento después de enterarse de lo que le han hecho a Christine, el rodaje recorrió todo el sur de California. Fue necesaria una localización muy diversificada para encontrar los decorados y las imágenes típicas de finales de la década de 1920 y de principios de los 30. Muchos edificios han sido demolidos; las calles, sustituidas por autovías, y barrios enteros han desaparecido, incluso donde vivía la familia Collins. Fue todo un reto, pero el equipo encontró edificios intactos en San Dimas, San Bernardino y Pasadena. El departamento artístico construyó decorados en el recinto de Universal para las escenas clave. También se contó con el buen hacer del supervisor de efectos visuales Michael Owens para recrear el aspecto general de la ciudad y los populares tranvías de color rojo de la época. Uno de los artículos incluidos en varias escenas de Angelina Jolie como supervisora en la compañía telefónica es un par de patines atados a los tobillos con tiras de cuero. Christine Collins los llevaba con tacones. La actriz tuvo que aprender a usarlos, gracias en parte a las fotos de la época que documentan este medio de locomoción: "Moverme en patines con tacones es posiblemente lo más divertido que he hecho en toda mi carrera pero me parece genial que se haya incluido en el guion porque es un perfecto ejemplo de las locuras que se hacían en los años veinte".
La película iba a ser un proyecto dirigido por Ron Howard pero al final Howard se centró en la producción y cedió la silla de director a Clint Eastwood. Miguel A. Delgado: "Si existen unos momentos especialmente conmovedores en esta película son los interrogatorios de los niños, en los que Clint Eastwood vuelve a dar sobradas muestras de su maestría con la cámara, rodando como si no estuviera, dejando que lo narrado se despliegue ante nosotros como si fuera lo más fácil. 'El intercambio' es cine con mayúsculas. Nada nuevo, viniendo de quien viene".
Miguel A. Delgado: "Sólo Eastwood podría arrancar la interpretación de una Angelina Jolie lejos de los clichés sobreactuados que podría propiciar una historia como ésta en manos de un realizador más torpe (candidatos, desgraciadamente, los hay a centenares), y regalarnos a una actriz que pocas veces ha aparecido tan elegante, tan bella, tan clásica y sin renunciar a un ápice de emoción".