El show de Truman
El show de Truman

Dirigida por

Peter Weir

Año

1998

Relación con las Telecomunicaciones

Situación: el mundo de ahí fuera no es más real que el creado en un plató de televisión y visto a través de un televisor, por eso no nos ha de extrañar que las cosas sólo duren mientras existen en televisión.

El show de Truman: una vida en directo

¿El progreso es retroceso? ¿El hombre domina o es dominado? ¿La realidad es real? ¿Los instrumentos nos instrumentalizan? Estas cuestiones subyacen en un argumento que, en esencia, muestra una sociedad en la que los medios, concretamente la televisión, han alcanzado sus cotas más altas de control sobre el ser humano.

El guión pone en escena un programa de telerrealidad a gran escala que tiene como protagonista a Truman, (el nombre Truman es homófono en inglés de 'true man', que se traduce como "hombre verdadero", en alusión a que es lo único real en un mundo ficticio), un joven de 29 años cuya vida está siendo televisada desde que nació. Un gran plató de televisión recrea una ciudad llamada Seahaven, que en inglés significa "refugio en el mar", en la que más de 5000 cámaras controlan cada movimiento y emoción del personaje principal. Todas las personas que interaccionan con Truman son actores que consiguen, junto a la recreación maquiavélica y perfectamente diseñada de la ciudad, que la vida del protagonista sea como la de cualquiera de nosotros. De hecho, el lema que aparece en el arco de entrada de Seahaven es "Omnis pro uno", que en latín se traduce como "todos para uno", en referencia a que todo ha sido construido y está al servicio de Truman.

La recreación de escenarios es algo habitual en la cinematografía por ello no deja de parecer irónico que la ciudad donde se pone en escena tal virtuosismo mediático exista en la realidad. Seahaven, el lugar ideal dónde se construye la farsa de Truman, es el nombre cinematográfico de Seaside, una localidad de la costa de Florida, en los EE.UU. Su arquitectura y diseño urbanístico fueron creados a principios de los ochenta siguiendo la corriente artística del Nuevo Urbanismo. Todos los elementos que en la película pueden parecen artificiosos, propios de una ciudad diseñada por ordenador, son reales. Aún así, también se añadieron efectos digitales para aumentar el número de edificios y, sobre todo, convertir el pueblo en una isla.

El guionista del filme, Andrew Niccol, comenta: "La pregunta que me hacen más a menudo es cómo se me ocurrió escribir 'El Show de Truman'. Lo escribí porque sospecho que es real". Una respuesta que para algunos no resulta nada descabellada si se tiene en cuenta que nos encontramos en una sociedad cada día más inmersa en el medio digital y con un contexto de telepresencia constante y que, por todo ello, adopta denominaciones tales como sociedad de la información, sociedad post-moderna, sociedad de la comunicación, etc.

Vídeos

Partiendo del mito del creador creado, el film muestra una sociedad dominada por los medios y la tecnología. En este contexto, bajo el estrato de unos argumentos románticos y grandilocuentes, subyace la plasmación de una cierta psicopatología hacia el avance imperioso del fenómeno digital, de la tecnología informática y de las telecomunicaciones.

Tráiler

Todas las acciones están mediadas por el programa y en caso de necesidad se accionan los recursos necesarios.

¡Último aviso para Chicago!

El filme plantea el poder de la televisión como una amenaza que no solo nos invade a través de la pantalla de nuestro salón sino que tiene la posibilidad de dominar todo el espacio donde nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos.

No os paséis con la niebla

Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan, eso es todo. Bueno, no exactamente: "Tenemos muy poco tiempo, llegarán en cualquier momento; no quieren que hablen contigo"

Pues no hables...

Platón describe una caverna en la cual se encuentran un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento, retenidos por cadenas que les sujetan el cuello y las piernas, de forma que únicamente pueden mirar hacia la pared del fondo de la caverna, sin poder nunca girar la cabeza. Justo detrás de ellos se encuentra un muro con un pasillo, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo del muro circulan hombres portando todo tipo de objetos cuyas sombras, consecuencia de la iluminación de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver. Estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras de los objetos. Los amos de la caverna enriquecen estas sombras para que los encadenados tengan muchas cosas que ver y ocuparse y no puedan ver sus propias cadenas y romperlas. Romper las cadenas y salir fuera, hacia la luz, hacia el mundo verdadero, necesita mucha voluntad. Dejar la seguridad de la casa y de sus alrededores (sea en el nivel físico o en el nivel psíquico) es un logro difícil, más cuando el amo de la caverna te presiona con lo que él tiene a bien: ¡Dí algo, maldita sea! ¡Estás en la televisión, en directo, ante todo el mundo!

Por si no nos vemos luego: buenos días, buenas tardes y buenas noches

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