Dirigida por
Robert AltmanAño
2006Relación con las Telecomunicaciones
Situación: Homenaje a un programa de radio y con él a lo que representa la radio en una época y en un lugar.Situación: Demostración de que lo que se oía a través de los transistores no tenía ni trampa ni cartón y que podía ser visto perfectamente sin variar un ápice.
Situación: El fin, en directo, de los programas radiofónicos de variedades en directo.
Situación: Se trata de contar la vida cotidiana a partir de una emisión radiofónica, de mostrar cómo la radio puede contener el pulso vital de toda una comunidad.
El último show: ¿Silencio en la radio... y cómo se hace eso?
La radio pública NPR es una de las grandes desconocidas de la escena mediática norteamericana. El ejemplo más brillante en la parrilla de NPR ha sido probablemente "A Prairie Home Companion", el extraño programa de entretenimiento del escritor Garrison Keillor, dos horas en directo de radio semanales de auténtica reliquia, una pieza de arqueología: un programa de variedades a la antigua, algo así como una revista radiofónica con actores, música y comedia que bucea en la enorme herencia cultural que la radio generó en su época dorada, entre 1920 y 1955, y que de no ser por esta pieza de museo estaría totalmente olvidada. El célebre espacio radiofónico semanal de Garrison Keillor ha estado en antena desde el 6 de julio de 1974 hasta el 2 de julio de 2016, distribuido por Minnesota Public Radio, y llegó a escucharse en 690 emisoras de radio públicas de los Estados Unidos en su punto álgido en la primavera de 2015, alcanzando una audiencia de cuatro millones de oyentes estadounidenses cada semana. En el extranjero, el programa se oía en la BBC, la RTÉ (Irlanda), y por servicios de cable y satélite a través de toda Europa occidental, Australia, y Nueva Zelanda, alcanzando más de 35 millones de hogares. El programa tomó prestado su nombre de un programa de radio existente en 1969 que llevaba el nombre de Prairie Home Cemetery cerca del Concordia College, en Moorhead, Minnesota. Garrison Keillor también escribió el guion para una película sobre el programa. La película, aquí titulada 'El último show', se estrenó en 2006 y fue el último 'show' que dirigió Robert Altman.
Las últimas obras de los grandes creadores que son conscientes de su pronto final conforman casi un género aparte. En ellas, ya sean libros, cuadros, sinfonías, cuartetos, películas..., se respira un clima muy especial pues el deseo, la voluntad, de decir adiós lo impregna todo de un perfume especial: dulce, melancólico y muy consciente de su mensaje.
El guion de Keillor al pasar por las manos de Altman puede decirse que se ha convertido en un cruce entre el programa de radio, que pasa de ser un magacín de variedades escuchado en todo el país y en el extranjero a un programa con un carácter casi familiar de una pequeña emisora local del medio oeste, y Nashville (1975, Robert Altman), radiografía de las vidas de conjunto de personajes con la música como fuente de radiación, resultando una fábula cómica cuya historia se despliega en el marco de una emisión decisiva en la que los músicos, los intérpretes, el personal y el genio que dirige un show de variedades que lleva emitiéndose en directo desde hace años se enteran de que va a ser la última emisión del programa.
Robert Altman fallecía el 20 de noviembre de 2006 con poco más de ochenta años pero no sin antes haber dejado terminada la que sabía iba a ser su última película. El último show ha sido su último show, su última película, y con ella ha cerrado un círculo, ha vuelto a un punto de partida que, en realidad, jamás había abandonado. Robert Altman, uno de los grandes del cine norteamericano, ha vuelto a casa.
Todo ello tiñe de nostalgia la película. El sentimiento del final, de lo acabado, de lo que se encuentra fuera de su tiempo, es el hilo conductor que lo vertebra. Pero al mismo tiempo esa mirada no es en absoluto ácida, sino enamorada, tanto de los personajes como de la época y de lo que la radio significó en ella.
En este sentido el comienzo es magistral: en la cima de la colina, sobre el verde manto arbolado, se yerguen un depósito de agua y una antena de radio como imagen de fondo a los títulos de crédito, al tiempo que se oyen los distintos programas que un dial sintoniza a lo largo del día (precios del ganado, recetas de cocina, estado del tráfico, información deportiva...), hasta que finalmente cae la noche... y comienza el espectáculo. Se trata de contar la vida cotidiana a partir de una emisión radiofónica, de mostrar cómo la radio puede contener el pulso vital de toda una comunidad.
El liquidador se acerca al último programa de radio para dejar bien claro que ahora el medio es el discurso, y que la radio es un soporte obsoleto que le hace sentirse como un antropólogo en una sociedad primitiva en la que los viejos cuentan historias en torno al fuego mientras las chispas se elevan en el aire. La puesta en escena del cierre de una empresa adopta la forma de una tragedia clásica, en la que el destino ha marcado las reglas inexorables del juego. La cámara le sigue al entrar en el palco de lujo (un reservado acristalado) y entre los elementos que se conservan en esta selecta cabina le llama la atención un busto de bronce, que resulta ser de Scott Fitzgerald. Inmune al efecto o significado del busto, el liquidador lamenta no poder grabar este último programa de radio para enviarlo a un museo.
Toda la película es una lección de cómo rodar con naturalidad y de forma aparentemente espontánea, sin recalcar la presencia de la cámara. Valgan como ejemplo las escenas en las que las hermanas charlan ante la atención dispersa de la hija de una de ellas, o también la forma en la que están rodadas todas las secuencias en el escenario mientras se interpretan las canciones: todos parecen estar en el cómodo salón de su casa ensayando para después, en vez de estar en directo.
La mayoría de la gente vive confiando en que mientras unas puertas se cierran otras se abren, un hecho que promete asegurar su existencia. "Ese escenario está lleno de buenas personas que dan la vida por esto", aduce Guy Noir. Una aseveración que no conmueve al liquidador, que responde con frialdad: "Pues que la den por otra cosa, siempre hay alternativas. ¿No cree? Hay que perder la vida antes de encontrarla, como dicen las escrituras".
Robert Altman rodó su última película evitando ponerse trascendente y en exceso sentimental. La trascendencia última de su mensaje está en la forma de rodar la película y en las cosas que en ella se dicen sin alzar la voz. La melancolía no hunde el ritmo de lo contado, no lo sepulta bajo su pesado manto, sino que le imprime un tempo especial, entre irónico y risueño, que aligera su contundente mensaje vital y metafísico.
Todas y cada una de las actuaciones están pegadas al territorio al que son capaces de llegar con sus emisiones, por lo que, aunque el radioyente no pueda ver visualiza unos 'actores' vestidos de acuerdo con las tradiciones locales y que, al ritmo del banjo y las guitarras acústicas de su música popular, amenizan su actuación con historias atrevidas y disparatadas y chistes malos. En esta ocasión, conocedores de que éste es su último programa, han optado por desmadrarse más de lo habitual. Un último gesto heroico que no va a frenar el avance de otros medios como la TV, por ejemplo. El liquidador, desde el palco-cabina, compartiendo estancia con Scott Fizgerald, observa el espectáculo de la radio de una zona rural de los Estados Unidos: "Es precioso. Mirado a través del cristal es como un zoo".
Lo resume muy bien Julio Rodríguez Chico cuando escribe: "Mirada nostálgica que suspira por el tiempo pasado y que lanza sus últimos dardos envenenados a la maquinaria de un cine de consumo. Último plano secuencia de quien veía cómo se acercaba la muerte, de quien quiso esperarla y enfocarla con la cámara del cinismo, recordar aquellos maravillosos años del espectáculo popular, y alentar a las nuevas generaciones de cineastas a coger el relevo de la independencia. Película que gustará a los fans del director de Nashville, y con la que disfrutarán también los amantes del country más puro".
Se acabaron las sagas familiares cantando ante el hogar. Guy Noir, ante el busto de Scott Fitzgerald sobre el piano ahora último reducto de lo que había sido el escenaro, reflexiona: "Recoge las flores mientras puedas. El tiempo pasa volando. La misma flor que sonríe hoy, mañana podría morir".
Cuando no quieres que se acabe la película. No son momentos avisados por los Oscar ni por los críticos de cine, sino instantes de placer extremo que en ocasiones surgen viendo cine. Suceden en medio de películas inesperadas y te reconcilian con el cine recordándote que éste quizás sea el arte más impactante que existe. Es un momento en el que estás viendo una película con la que sientes una comunión y un bienestar tan grande que no quieres por nada del mundo que termine. De repente, hasta el metraje más extenso puede parecerte demasiado breve: lo único que quieres es que la historia, si es que la hay, continúe y continúe acercándose en falso hacia un final que, en realidad, no quieres ni atisbar en el horizonte del argumento. Pasa de vez en cuando, y cuando lo hace, sientes que el cine tiene capacidades al alcance de muy contadas artes.
Altman ha montado una película que en realidad no parece una película. Sin duda, un claro ejemplo de esa categoría que podría llamarse 'la confusión de los géneros'. La película se rueda en el mismo teatro Fitzgerald donde se graba cada semana el verdadero show, respetando así la presencia clave del escenario, el público aistente, los camerinos y salas técnicas, todos ellos convertidos en decorados para la película. Esto confiere a la película un claro carácter teatral al que se suma lo radiofónico resultando una mezcla de géneros en perfecta sintonía que alcanza un gran sentido nostálgico por la pretendida 'muerte' del show, su última representación. Lo cierto es que, si ese discurrir radiofónico y dramático te capta en alguna medida, ya sólo deseas ver todo el rato a las Hermanas Johnsson sobre el escenario o contando anécdotas y recuerdos sobre su madre en los camerinos inferiores. Y aceptas las apariciones de Garrison Keillor cantando cuñas publicitarias ficticias, promocionando el pastel de ruibarbo o uniendo su voz a los intérpretes country para cantar canciones.
Y qué decir de Tom Keith, el mago de los efectos de sonido, todo un espectáculo autocontenido en sí mismo.
En esta película hay varias subtramas contándose entre los distintos niveles del teatro (escenario, camerinos) pero el mero discurrir del personal del programa ya es una fuente de placer. No se necesita que nadie muera, ni que resulte un milagroso o sorprendente final. Basta con que Dusty y Lefty sigan saliendo a cantar y contar chistes, y que Keillor les acompañe en el escenario. Y qué decir de Keillor en los camerinos, momentos antes del programa, recordando grandes momentos musicales, del programa, de amigos, cantantes, etc. a modo de conversación casual con los invitados: una auténtica delicia de maestro cinematográfico tomando valores de otros mundos y llevándolos a la pantalla con una genialidad tan natural que, si sintonizas, te encandila casi sin darte cuenta.
Hasta siempre, Sr. Altman. Nos seguiremos encontrando allí donde nunca pasa el tiempo: en la pantalla de un cine.
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El estilo cinematográfico de Robert Altman es muy reconocible: repartos corales, diálogos largos con los personajes interrumpiéndose unos a otros, planos generales, miradas e historias que se van entremezclando y que no se atienen a la estructura tradicional de planteamiento, nudo y desenlace. También, siempre que podía, le gustaba rodar en orden cronológico porque, según decía, así luego era más fácil montar. Su definición, sus reglas: "Me acerco a una película como a una pintura o una pieza de música. Es una impresión, una impresión de un carácter o una atmósfera. Un intento de captar a los espectadores emocionalmente, no intelectualmente". Altman siempre se consideró un marginado en Hollywood. Llamó a su productora Sandcastle 5 porque comparaba hacer películas con levantar castillos de arena y le gustaba decir que Hollywood fabricaba zapatos y lo que él hacía eran guantes: "Mis películas han tenido que lidiar con la sociedad y la cultura para sobrevivir". Y también tuvo que enfrentarse a la incomprensión y hostilidad de algunos productores de los grandes estudios. Altman era independiente, rebelde, subversivo e irreverente. Siempre hizo el cine que quiso, a veces contra viento y marea. Y nunca quiso retirarse, tan solo despedirse. El último show, estrenada cuando ya estaba muy enfermo de leucemia, es un nostálgico adiós a un programa de radio que deja de emitirse pero, en el fondo, era el propio Altman el que nos anunciaba, con una profunda elegancia, su definitivo hasta siempre.
Guy Noir, cuya profesión se ajusta a su nombre, vive sus días y noches acorde con las convenciones de las novelas de Raymond Chandler y reconoce encontrarse fuera de lugar en un programa de radio de variedades en vivo que lleva años luchando por sobrevivir en la era de la televisión.
Mientras el programa radiofónico se está emitiendo desde el escenario del Fitzgerald Theater de St. Paul, la acción de la película se va desplegando tanto en la escena como fuera de ella. Pasiones, antiguas enemistades de clanes y malos entendidos largo tiempo cociéndose a fuego lento vuelven a la consciencia. Tenemos uno o dos líos amorosos puestos al descubierto; una bella y misteriosa mujer rondando entre bastidores; y una adolescente sobre el escenario en el que su madre lleva estando hace mucho tiempo. Garrison Keillor preside todo esto: presenta el show desde el escenario; arbitra (y en ocasiones provoca) disputas y objeciones en los vestuarios y entre bastidores. Hay cotilleo entre bambalinas, uno o dos intercambios de palabras con un patrocinador, algo de profunda reflexión cómica y patética acerca del curso que la vida de uno puede tomar, y mucha música. El show sigue adelante a pesar de ser esta, probablemente, su última función. Pero la película, lejos de adoptar un tono sentimental y desesperado, habla del fin de los programas radiofónicos de variedades en directo con notables dosis de humor y una alegría de vivir contagiosa. Es el adiós más vital nunca concebido por un cineasta y la mejor demostración de que el espectáculo debe continuar. Altman muestra al espectador de cine que lo que se oía a través de los transistores no tenía ni trampa ni cartón y que podía ser visto perfectamente sin variar un ápice.
En la conferencia de prensa de la Berlinale 2006, Altman comentó que Paul Thomas Anderson fue contratado como director de apoyo y tenía que estar en el plató, aún cuando él, por si acaso le pasaba 'algo'. Aún así, alabó a su 'suplente': "Como estoy viejo y pachucho, para conseguir el seguro tuvimos que contratar un director de reserva para salvar la película; así, si yo la cascaba P.T.A., Paul Thomas Anderson, se haría cargo. Pero P.T.A. no podría haber sido más útil y menos intrusivo, gran parte de la película se debe a él". Por su parte, Meryl Streep, fan confesa del programa de radio de Garrison Keillor, declaró: "Me siento muy orgullosa de la película y creo que es verdaderamente subversiva y muy humana. Se basa en el humor y la música para comunicar, lo que se está perdiendo... Para mí fue realmente genial descubrir algo verdadero sobre América, algo que atraviesa todos los niveles de sofisticación y humanidad, sobre quiénes somos como americanos, y por eso me encantó estar en ella".
Berlin Film Festival - A Prairie Home Companion Press Conference (2006)
Maquilladora: "Este programa marcará el final de una época, chicos. No quedará nada en la radio excepto gente dando berridos y ordenadores poniendo música".
Original Motion Picture Soundtrack: A Prairie Home Companion (en bucle)
Garrison Keillor, Tim Russell, Sue Scott y Tom Keith, el hombre de los efectos de sonido, interpretan "The Lives of the Cowboys" durante la emisión del 14 de mayo de 2011 de A Prairie Home Companion. Y es que cuando Tom Keith se acerca al micrófono de efectos de sonido, la magia de la radio le sigue invariablemente.
"The Lives of the Cowboys" - 5/14/2011
El último programa, el fin de la era, de "A Prairie Home Companion" fue grabado el 1 de julio de 2016, en el Hollywood Bowl de Los Angeles y emitido al día siguiente. Después del final de la temporada del sábado, el programa volvió con nuevos episodios en octubre con un formato actualizado, el músico Chris Thile como nuevo anfitrión y con un nuevo título, Live From Here, pero esto ya es otra historia.
The end of an era for "A Prairie Home Companion"
Hosting his final 'Prairie Home Companion,' Garrison Keillor served a bittersweet farewell
Garrison Keillor's Last Show On A Prairie Home Companion
Garrison Keillor: "Creo que hay... hay mucha fuerza al escuchar a una persona hablando contigo. Y... y... y esto nunca debe ser subestimado. Hay películas hechas, enormes cantidades de dinero invertidas en ellas, y son muy difusas y muy artísticas y editadas y postproducidas y saltando de aquí para allá y narraciones complicadas y así sucesivamente. Pero una persona sentada y hablando contigo, te atrae de una forma que la tecnología y el arte y todo lo demás no pueden.
Inside Garrison Keillor’s fabled world of 'A Prairie Home Companion'
1 de julio de 2006. Esta semana, desde las hermosas colinas de Berkshire en el oeste de Massachusetts, les traemos el final de la temporada oficial de A Prairie Home Companion y el Especial del Día de la Independencia. Desde el Koussevitzky Music Shed en Tanglewood, la actuación será radiada en vivo y filmada para ser transmitida en el programa de televisión de PBS Great Performances, el domingo 2 de julio a las 9 pm del este. Con invitados muy especiales, la dos veces ganadora del Premio de la Academia -y estrella de la película "A Prairie Home Companion" de Robert Altman-, Meryl Streep, el mejor trío femenino de Canadá, The Wailin' Jennys, y la vibrante cantante de Gospel, Jearlyn Steele. También estarán con nosotros, Hopeful Gospel Quartet con Robin & Linda Williams, Carol Elizabeth Jones, y el mismísimo Otro Yo de Garrison Keillor, Carson Wyler. La actriz Erica Rhodes se unirá a la Real Academia de Actuación Radiofónica y el Sr. Andy Stein se sentará con la banda de Guy's All-Star Shoe Band. Acompáñenos en los fuegos artificiales; este sábado en su estación de radio pública local y de nuevo el domingo en su estación de televisión pública local.