Dirigida por
Omar NaïmAño
2004Relación con las Telecomunicaciones
Situación: Alta tecnología versus privacidad.Situación: Transformación de la sociedad a partir de 'gadgets' tecnológicos.
Situación: La manipulación de la realidad y de los límites éticos de la ciencia.
Situación: Reflexión sobre el derecho a la intimidad, los sistemas de control, la manipulación de las apariencias, de la imagen pública de determinadas personalidades, de la información, la ocultación de esos delitos que permanecen en el secreto doméstico.
La memoria de los muertos: Recuerdo que era verde y no rojo
Los implantes Zoë, de EYE Tech, son capaces de almacenar las imágenes y los sonidos de toda una vida. Es un producto caro pero algunas familias de clase media se sacrifican económicamente para poder dar a sus primogénitos la posibilidad de disponer de un implante. La tendencia de esta tecnología es que 1 de cada 20 personas lleva uno de estos implantes.
Lo habitual es colocar este tipo de implantes en los fetos antes de su nacimiento. El chip es totalmente indetectable y crece a la misma velocidad que su portador, por lo que la empresa EYE Tech recomienda a los padres la edad de 21 años como el punto de madurez necesario para comunicar a sus hijos que incorporan este artículo.
Una vez ocurrido el óbito del portador del chip, la corporación Zoë ofrece los servicios de un montador que, a partir de la selección de recuerdos de la vida del finado, realiza un documental de aproxidamente 2 horas de duración que será estrenado el día del funeral y cuyas copias serán entregadas a los familiares y amigos asistentes.
Alan Hakman, persona solitaria y reservada, es el mejor montador en nómina de EYE Tech. Su fama de buen profesional del montaje es conocida dentro y fuera de la corporación. Para Alan, su trabajo es una extensión de su forma de vida. Sabe cosas que no debería de saber, conoce la cara oculta de sus clientes y mantiene un reservado silencio al respecto de todo ello; al igual que mantiene bien oculto en su memoria un secreto inconfesable sobre un desgraciado accidente acaecido en su infancia y que forma parte de su vida íntima.
Hay quien opina que lo que se muestra es los rememoriales es una falsedad, no es la verdadera vida del difunto sino una selección de sus recuerdos mas agradables manipulada y editada para el gran público. Además, está el hecho de que los implantes ZOE han cambiado radicalmente la forma de relacionarse de las personas, ahora que saben que están siendo grabadas, por no hablar del derecho del resto de personas sin implante a no ser grabadas sin saberlo y desde luego sin su consentimiento. Hakman por su parte, es una persona tan atormentada por la culpa que cree que al "eliminar" los pecados de las vidas de los demás a través del montaje, está expiando los suyos propios.
Un día, mientras revisa el material audiovisual del implante de un ejecutivo de EYE Tech, descubre algo que le perturba hasta el extremo de iniciar una investigación que le llevará a cuestionarse si realmente no ha errado en el modo de plantearse su actitud en la vida.
La película se presentó en el Festival de Sitges 2004 y en una de las publicaciones diarias del festival apareció una reseña del propio director explicando cómo surgió la idea de la historia: "Estaba montando un documental para mi licenciatura en la universidad y, en él, buscaba de manera inocente, la objetividad. Se supone que el documental es el género más objetivo que existe, pero eso es un mito porque es un instrumento perfecto para manipular. En ese momento, estaba muy lejos de mi familia y se me había ocurrido filmar entrevistas con mis familiares para que mi recuerdo de ellos permaneciera. De estas dos ideas salió la película".
El montaje es uno de los pilares de toda película. Una vez filmadas las diversas escenas, el estilo narrativo y el carácter emotivo de la película resultante se fraguan en la mesa de edición. La película plantea un juego de imágenes al relacionar el montaje de los recuerdos contenidos en el implante con el montaje de un film. Además, con una puesta en escena contenida, sencilla y desprovista de efectos especiales la historia nos lleva de la mano por la cerebral actividad de la selección de información que todos y cada uno de nosotros realizamos instintivamente para adecuarnos a las circunstancias de nuestro entorno. De este modo, una potencial película de ciencia ficción se convierte en una de ficción reflexión al presentarnos en pantalla grande cómo nuestro cerebro actúa cual profesional montador ante su mesa de edición para encajar la realidad en el patrón de nuestro modo de vida. De cara al espectador, el detonante de la reflexión es la conversación que uno de los asistentes al pase del montaje final mantiene con el protagonista sobre el hecho de que él recordaba la barca de pesca de un color distinto al que aparece en el documental póstumo. La memoria nos juega malas pasadas al cambiar de color la barca o la ubicación de ciertos objetos, todo ello, eso sí, encaminado a conseguir un recuerdo más emotivo y, por tanto, más retentivo.
La película ofrece una interesante reflexión sobre temas como el derecho a la intimidad, los sistemas de control, la manipulación de las apariencias, de la imagen pública de determinadas personalidades, de la información... así como consideraciones humanistas y también éticas relativas a la ocultación de esos delitos que permanecen en el secreto doméstico. Pero quizás la idea más estimulante que ofrece se circunscribe en el ámbito individual: los chips Zoë y las Rememorias son planteados como un 'gadget' nemotecnológico que transforma los hábitos humanos, comparable a la incorporación del teléfono móvil o internet. No obstante, viene a cubrir una limitación que no tiene relación con las comunicaciones sino con la necesidad psicológica tan inherente al ser humano como la de difundir y, sobre todo, conservar un grato recuerdo de aquellos que ya no están con nosotros. Los implantes no son útiles a su portador en vida, pero una vez fallecido, le permiten trascender ofreciendo una imagen impecable de aquello que (no) fue. Hakman manifiesta que a él no le preocupan los muertos, sino los vivos, porque las cintas que se exhiben durante los funerales, delante de todos los allegados del finado, son la memoria sesgada de los muertos, pero en realidad responde a la memoria selectiva de los vivos, a aquellos recuerdos que éstos últimos quieren rescatar, para sentirse reconfortados, compensar la pérdida o no verse perjudicados ellos mismos.
Vídeos
Un Chip Zoë es un implante que graba tu vida entera. Cuando falleces, el material es montado y editado en lo que se denomina una "Rememoria", una película que se proyecta durante tu funeral. Aún siendo un artículo para las clases más privilegiadas, los implantes Zoë están transformando las relaciones humanas. Pero hay quienes están en contra de esta tecnología, y creen que los recuerdos existen para después desvanecerse gradualmente. Alan Hakman es el mejor 'montador' de este negocio, su habilidad para garantizar la absolución de sus a menudo corruptos clientes le ha convertido en el más solicitado entre sus colegas. Sin embargo, su talento para ver la vida sin mediar emoción ha hecho de él un hombre distante, incapaz de experimentar la propia vida en primera persona. Se considera a sí mismo como un "devorador de pecados" ya que su trabajo le brinda la posibilidad de perdonar los pecados de los muertos. Tiene la esperanza de que si puede exonerar a los demás, de algún modo será capaz de perdonarse a sí mismo. Un día, montando la "Rememoria" de un alto ejecutivo de la empresa EYE Tech, Alan descubre una imagen de su propia infancia que ha estado atormentándole durante toda su vida. Este hallazgo conduce a Alan a una intensa búsqueda en pos de la verdad y, quizá, la redención.
El montador se ayuda de un sofisticado aparato conocido como "la guillotina" que le ayuda a clasificar los cientos de miles de horas de grabación para poder realizar la "Rememoria". El montador se rige por un sencillo pero estricto código:
1) Un montador no puede vender ni regalar metraje Zoë.
2) Un montador no puede tener instalado un implante Zoë.
3) Un montador no puede mezclar metraje procedente de distintas vidas.
El montaje es en sí una manipulación de los hechos orientada a conseguir una respuesta en el espectador. Se supone que un documental es un género objetivo pero el simple hecho de seleccionar las imágenes que aparecen ya es síntoma de manipulación. La memoria es el documental que nuestro cerebro elabora a partir de las ingentes percepciones sensoriales que recibe. El recuerdo es el montaje final que resulta del tratamiento de la memoria y no debería extrañarnos que nuestros recuerdos puedan estar alterados respecto a la realidad., sobre todo cuando no disponemos de un implante Zoë que permita dejar constancia del verdadero color de la barca de pesca.