Llamada perdida
Llamada perdida

Dirigida por

Takashi Miike

Año

2003

Etiquetas

2000 | Móvil

Relación con las Telecomunicaciones

Situación: El desarrollo trae consigo nuevos retos y miedos que la sociedad ha de afrontar, lo que conlleva una ambivalente relación de admiración-pánico hacia dichos cambios.

Situación: El inquietante argumento del uso de la tecnología como medio de acceso al miedo raya el terror cuando pone en duda lo que se da por cierto de ella; en este caso la validez de la hora de la llamada que aparece en el terminal que la recibe.

Situación: La llamada perdida, un solo continente para un sinfín de contenidos, articulación mínima y a la vez más precisa de todo un lenguaje universal.

Situación: La locura multitono, politono.

Llamada perdida: ¿desde cuándo te puedes llamar a tu móvil desde tu propio móvil? (¡qué mala suerte!, ahora se ha puesto a llover)

En 2003 el cine de terror asiático estaba de moda. Nunca antes se habían estrenado tantas producciones asiáticas en España y menos del género de terror. La mayoría de dichas películas tienen una serie de elementos en común y uno de ellos es que casi siempre tratan de fantasmas que persiguen de un modo u otro a los protagonistas dándoles muerte.

Takashi Miike es un director de culto que cuenta con más de 50 películas de todo tipo en su haber. Si bien es conocido por sus películas de sangre y vísceras en ésta se adentra en el cine de terror puro en la línea de películas como The Ring (El círculo) (1998, Hideo Nakata), The Eye (2002, Danny Pang y Oxide Chun Pang) o La maldición (The grudge) (2002, Takashi Shimizu).

En 'Llamada perdida' todo gira en torno a una serie de llamadas perdidas a móviles que preceden a la muerte de quien las recibe. Las llamadas proceden del mismo móvil que las recibe, se anuncian con un extraño tono de llamada, están fechadas en el momento de la muerte del receptor y el mensaje del buzón de voz se corresponde con los segundos previos a la muerte de la víctima. Yumi ve como mueren dos de sus amigos y cuando su mejor amiga recibe la distintiva llamada perdida todo parece venírsele encima. En ésas, Yumi conoce a Natsumi, un hombre que investiga la muerte de su hermana en similares condiciones, y ambos irán en busca de la solución de estas fantasmagóricas muertes.

El sugerente punto de arranque se exprime lentamente en la primera mitad del filme. Miike dedica una hora entera a preparar el terreno, mezclando elementos inquietantes con visiones demoledoras de una sociedad mediatizada por la televisión (véase la secuencia del intento de exorcismo en directo en un programa dedicado a los fenómenos paranormales).

Pasado el ecuador del relato, entra de lleno en lo que puede esperarse de una película japonesa de terror si bien su puesta en escena es más reposada que la de sus contemporáneos aunque sin renunciar a ciertos efectismos.

La temática es muy parecida a la de The Ring (El círculo), cambiando la cinta de vídeo de aquella por el móvil en ésta, lo cual más que un demérito es un valor añadido pues le confiere un aire más misterioso al poner en tela de juicio la validez de la hora de la llamada que aparece en el terminal que la recibe.

La tecnología es el ámbito por el que se extienden los espacios del terror, algo que no debiera sorprender pues el desarrollo trae consigo nuevos miedos y nuevos retos que la sociedad ha de afrontar. Así, 'Llamada perdida' enfatiza el inquietante argumento del uso de la tecnología como medio de acceso al horror y, aunque es una película comercial, su discurso se encamina hacia la consolidación de un hecho: la existencia ambivalente de admiración-pánico hacia los cambios que la tecnología puede producir en las sociedades modernas.

La llamada perdida en el tiempo.

En cuestión de quince años la llamada perdida se ha perdido en el tiempo.

2018. En realidad, hoy en día da igual. Una llamada perdida es solo un intento fallido. Un puente apenas recorrido. Su solución es sencilla y no significa más que lo que significa.

2003. En este tiempo, sin embargo, una llamada perdida lo representaba todo. Era suficiente para expresar cualquier cosa. Una llamada perdida era la articulación mínima y a la vez más precisa de todo un lenguaje universal.

A los más jóvenes, criados entre tarifas planas y aplicaciones de chat instantáneo, esto les sonará un tanto extraño, pero hasta hace no mucho comunicarse con otra persona a través de un teléfono móvil costaba un potosí. Si te despistabas te cobraban con solo sacarlo del bolsillo. Actualmente uno puede hablar cuanto quiera sin casi reparar en gastos. La situación, hace quince años, era la contraria. O llamabas intentando no excederte del minuto o concentrabas todas tus filias y tus fobias en un SMS con la esperanza de no iniciar una llamada que supusiese tu ruina. Y, 'et voilà', surgió la bendita llamada perdida.

Con una llamada perdida eras capaz de decirlo todo. Qué bien te conocía la persona que estaba al otro lado del teléfono. En el momento adecuado marcaba tu número, dejaba que sonase un tono, y entonces colgaba. Lo que fuese que estaba diciendo con aquella llamada, no se podía decir mejor.

Una llamada perdida contenía todas las palabras adecuadas. Tanto para el que la hacía, que acababa de firmar el mejor de los discursos, como para el que la recibía, que escuchaba justo aquello que necesitaba escuchar. Servía para dar los buenos días y despedirse por las noches, justo antes de dormir. Era suficiente para decir "baja, que ya estoy en tu portal" o "estoy saliendo hacia ahí". O "llámame tú, que yo no puedo" cuando te quedabas sin saldo en el teléfono.

"Ya hemos llegado, estamos bien". "¿Vas a tardar mucho? Llevo un rato esperándote". Cada llamada perdida significaba una cosa totalmente diferente a pesar de que todas y cada una de esas veces sonaba exactamente igual. Un solo continente para un sinfín de contenidos. Y con la marca de fecha-hora, a modo de acta notarial, del instante.

La película de Miike presenta el inquietante argumento del uso de la tecnología como medio de acceso al miedo y abre paso al terror subliminal cuando pone en duda la validez de la hora de la llamada que aparece en el terminal que la recibe. Sí, es un terror muy del año 2003.

Envía politono al 5555.

1997. Cuando la memoria era una de las partes más caras del hardware de un terminal, Nokia fue el primer fabricante en reservar un pequeño espacio (160 bytes) para melodías descargables. El formato binario usado codificaba las notas simples en mensajes de texto, que luego los móviles interpretaban y el usuario obtenía un tono monofónico. La marca nórdica fue pionera también en añadir unos auriculares como accesorio.

Un día, mientras sufría una dura resaca, el teléfono del informático Vesa-Matti Paananen comenzó a sonar con el famoso 'Nokia Tune' (que, por cierto, es una versión de un tema del guitarrista español Francisco Tárrega) y a Paananen se le ocurrió que lo que de verdad quería en ese momento y ocasión era escuchar la canción 'Jump' de Van Halen.

Después de darle vueltas durante unas horas, se dio cuenta de que, como él, mucha gente desearía tener en el móvil a sus grupos favoritos. Fue el comienzo de lo que acabaría por convertirse en una epidemia polifónica.

Todavía no existía ningún compositor de melodías, así que Paananen y su equipo en Yomi Media (otras fuentes se refieren a la empresa como Yomi Group) pensaron en diseñar un sistema que permitiera crearlas, gestionarlas y enviarlas. Se pusieron manos a la obra y crearon Harmonium, un compositor basado en lenguaje Java y ubicado en una página web. Antes de llegar a la polifonía, el finlandés y su equipo idearon los tonos monofónicos ellos mismos. Crear una melodía tan simple era como hacer una obra de arte pues es muy difícil que algo suene bien a base de 'beeps'. Además se encontraron con que Nokia no quiso desvelar cómo se generaban los sonidos y tuvieron que averiguarlo por su cuenta.

Adaptaron lo que descubrieron del método Nokia a su propio sistema. Las melodías se guardaban en una biblioteca virtual alojada en un servidor que se conectaba a su vez al centro de mensajes cortos de un operador. Si un cliente enviaba el código para un sonido determinado en un SMS (lo que se pedía con "Envía politono X al Y") el sistema le devolvía la canción solicitada. Y su precio se cargaba en la factura telefónica.

Desde el primer momento Paananen quiso que todos se llevaran su parte: de la cantidad cargada a los usuarios finales se pagarían las regalías a los artistas y a las empresas proveedoras de los tonos. Pero las autoridades que regulaban los derechos de los músicos no habían definido todavía el precio de una melodía de llamada así que tuvo que negociar con ellas cuánto valían 160 bytes y acordaron que sería el mismo importe que un 'single' en CD. Luego habló con las operadoras para convencerlas de que era buena idea.

Y llegó la locura de las descargas en el móvil que no se quedó solo en las canciones del momento o en los tonos de Navidad y San Valentín personalizados pues también irrumpieron en el mercado infinidad de servicios. Con "Envía poema al 5555" te llegaba un poema para que se lo recitases a la persona que más querías, pero también tenías linternas para el móvil, que no consistían más que en un fondo de pantalla blanco brillante, y también rayos X que según la publicidad permitían ver a la gente desnuda y por supuesto toda una marabunta de 'vídeos' con personajes animados como "la rana loca", el conejo que cantaba aquello de "eres tú mi peluchito", "el osito gominola" o el despertador que gritaba tu nombre a voces. De película de terror.

Movlisto, MyAlert o Club Zed eran las empresas líderes del mercado, sobre todo con los politonos cuyas descargas para el teléfono móvil lideraban las ventas de música digital en España hasta tal punto que, según los datos del Anuario SGAE de 2010, suponían casi el 40% de los ingresos de la música digital en el año 2009 con una facturación de casi 700 millones anuales. El canto del cisne.

El inicio del declive de los politonos se puede situar allá por los años 2008 y 2009. La proliferación de los 'smartphones' en 2007, gracias en parte a los iPhone de Apple, fomentó el uso de los archivos de audio como melodías de llamada. También ayudó en este sentido el hecho de que los teléfonos móviles incluyeran herramientas de transferencia de datos como bluetooth. Por un lado, la gente podía pasarse los tonos de un móvil a otro, incluso bajándolos de Internet, y por otro, las propias operadoras móviles ofrecían catálogos de canciones en formato mp3 por mucho menos dinero y sobre todo, sin letra pequeña.

La letra pequeña fue el golpe de gracia al negocio de los politonos. En el año 2008 la Comisión Europea llevó a cabo una investigación cuyo resultado fue que todos, absolutamente todos los sitios web de descarga de politonos, fondos de pantalla y demás complementos (como los rayos X) para teléfonos móviles que habían sido investigados en España incumplían la normativa comunitaria sobre protección de los consumidores.

De entre las normas incumplidas las más reiteradas fueron la falta de información sobre los precios y la publicidad engañosa, ya que muchas de las descargas tenían como fin suscribir a los usuarios a servicios premium que salían realmente caros. Estas faltas eran realmente graves teniendo en cuenta el volumen de ingresos que generaba el negocio.

2003. Multitono, politono: una locura tecnológica rayana en el terror. Takashi Miike aprovechó la "fiebre" del politono y uno de los tonos de llamada del teléfono móvil en 'Llamada perdida' es el tema musical de su anterior película, estrenada hacía pocos meses: Gozu. El camino a la locura (2003).

Vídeos

Un teléfono móvil sirve de pretexto para poner en marcha un mecanismo de miedo sobre un grupo de amigos que van recibiendo, uno a uno, una llamada perdida en la que reciben como mensaje la cita con su propia muerte.

Tráiler

Las claves: el politono intrigante para la llamada perdida misteriosa que deja un mensaje de voz con un inquietante grito tan premonitorio como la fecha del mismo.

Clip: Si tuviera novio no estaría aquí

Takashi Miike es un director incómodo para la mayoría de los espectadores aunque es uno de esos autores que marcan un antes y un después en la memoria del espectador. Muchos calificativos acompañan a Miike. Los más usados: prolífico, transgresor, radical, violento, polémico, ecléctico. Y, aunque no suela aparecer en sus 'rankings', cómico; si bien su sentido del humor es de lo más particular: sucio, ácido, realista, absurdo, enfermizo. Destacar también que le encanta jugar con el espectador, especialmente con esos finales imposibles donde el director reta, divertido, a buscar sentido a algo que, directamente, no lo tiene. Es el caso de 'Llamada perdida'.

Llamada perdida

 

Llamada perdida (VOSE)

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