Situación: El poder de la televisión bajo los dictados de la competencia, el éxito y el índice de audiencia.
Network, un mundo implacable: Ud. se ha entrometido con las fuerzas primitivas de la naturaleza
Desde la década de 1940 en EE.UU. y la de 1950 en Europa y, posteriormente en todo el mundo, la televisión se ha convertido en el principal medio de comunicación de masas con una gran repercusión en la vida política y cultural. Además, la fabricación de televisores, la concepción de programas y la industria publicitaria han pasado a ser un actor económico con un papel relevante. Por otra parte, la continua reestructuración del sector audiovisual (vídeo, DVD, etc) ocasiona cíclicamente crisis en la industria cinematográfica así que no es de extrañar que en las películas la televisión aparezca como el competidor a batir: sí, ese patético arribista en cuya minúscula pantalla las personas tienen el tamaño de los sellos.
'Network, un mundo implacable' puede considerarse la primera película que hace de la televisión su tema central, monstrándonos los entresijos tras las cámaras y los despachos que acaban moldeando un programa de máxima audiencia y escenificando los tres argumentos más recurrentes en contra del medio - manipulación, conformismo y comercialización - de manera tan drástica que el espectador acaba creyendo que está viendo un documental.
El filme se sustenta en la tesis de que la televisión pasa literalmente por encima de los cadáveres de las personas y deja su huella en la doctrina moral, la conciencia social y el derecho a la libertad de expresión. Así, la película sienta las bases de una crítica muy extendida que diez años después Neil Postman convertiría en la provocativa idea central de su superventas "Divirtámonos hasta morir: un discurso público en la era del negocio del entretenimiento" en el que el autor reflexiona acerca de la información convertida en entretenimiento, del mundo del espectáculo y de la "visión del mundo" a partir de las imágenes que ofrece la televisión.
Esta película es una sátira furiosa sobre el carácter lúdico de la televisión que aún hoy ni ha perdido un ápice de su atractivo ni ha visto empañada su vigencia. Sí, puede que la risa de una jefa sea una trampa mortal para el presentador y que la alegría en los rostros de los responsables de la cadena no sea una exteriorización de un sentimiento sino de la expectativa de un botín pero todo esto ocurre porque la televisión es un aparato de poder que funciona porque todos se someten a la misma doctrina.
Desde su estreno se ha visto como la venganza perfecta de Hollywood contra la televisión, dentro de la visión extendida de que la relación entre cine y televisión ha estado teñida por la rivalidad y el enfrentamiento de estos dos titanes del entretenimiento. Sin embargo, durante la década de 1990, las nuevas tecnologías, marketing incluido, convirtieron a los antiguos rivales en estrechos colaboradores. En todo el mundo, el cine y la televisión trabajan conjuntamente en los campos de la producción y la distribución: los programas de televisión y la producción de películas se han unido en pro del aumento de los beneficios. Sí, parece que finalmente Howard Beale acabó reparando su intromisión.
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No tengo que decirles que las cosas están mal porque todo el mundo lo sabe: hay crisis. Mucha gente está sin empleo o con miedo de perder el que tienen. Un dólar se compra por valor de un centavo. Los bancos quiebran, los tenderos guardan un revólver en el cajón, los maleantes andan sueltos, nadie sabe qué hacer. Y lo que es peor, no se ve una solución.
Yo empecé como viajante. Vendí máquinas de coser, accesorios de automóvil, cepillos, equipos electrónicos. Dicen que sé vender cualquier cosa. Quisiera venderle algo a usted: Valhalla, señor Beale. Siéntese por favor. Y le he elegido a usted, señor Beale, para predicar este evangelio.