Dirigida por
Alejandro AmenábarAño
1996Relación con las Telecomunicaciones
Situación: El VTR (Video Tape Recorder) y la cinta VHS (Video Home System), sendas revoluciones en 20 años.
Situación: Del VTR se derivaría el VCR (Video Cassette Recorder) que cambió los hábitos televisivos, suscitó nuevas preguntas sobre el derecho de autor y desencadenó la primera "guerra de formatos".
Personaje: DOLBY, Ray.
Personaje: GINSBURG, Charles P.
Personaje: PONIATOFF, Alexander Matveevich.
Tesis: Universidad Complutense, Facultad de Ciencias de la Información y cintas de vídeo
14 de abril de 1956. Charles Anderson, de Ampex, describió el momento en el que la ceremonia de presentación del VRX-1000 se volvió a emitir ante el público momentos después del evento: "Hubo un silencio ensordecedor. A continuación, un clamor. La gente empezó a agolparse alrededor del aparato". Nacía la videograbadora o magnetoscopio (VTR: Video Tape Recorder).
Del VTR se derivaría el VCR (Video Cassette Recorder) que revolucionó la industria del cine, cambió los hábitos televisivos, suscitó nuevas preguntas sobre el derecho de autor y desencadenó la primera "guerra de formatos".
Cuarenta años después, en Tesis, Bosco se pone al hombro una Sony XT-500 Hi8 Pro (en realidad es una Sony Hi8 Pro CCD V5000) cargada con una cinta Hi8, enfoca a Ángela mientras Chema se sube por las paredes y, en un año, se revoluciona la industria del audiovisual en España, en general, y la cinematográfica en particular.
12 de abril de 1996, se estrena Tesis. Ideada por Alejandro Amenábar a los 23 años en un verano mientras estudiaba las asignaturas que había suspendido ese curso, cuenta la historia de Ángela, Chema y Bosco, tres jóvenes estudiantes de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid que se ven inmersos, de una manera o de otra, en el mundo de las 'snuff movies', películas clandestinas con un alto contenido de violencia, tortura, agresiones y muertes reales. La trama de la historia comienza cuando Ángela, estudiante que está preparando una tesis sobre la violencia audiovisual, encuentra una cinta snuff en la que se ve como torturan y asesinan a una antigua estudiante de la universidad. A partir de ese momento ya nada volverá a ser lo mismo, ni en la pantalla ni fuera de ella.
Tras el estreno, la película pasó por los cines de España sin pena ni gloria pero manteniéndose en taquilla y no fue hasta su triunfo en los Goya de 1997 cuando la película logró cosechar éxitos. Ganó siete cabezones: mejor película (José Luis Cuerda, Emiliano Otegui, Las Producciones del Escorpión), mejor director novel (Alejando Amenábar), mejor guion (Alejando Amenábar), mejor montaje (María Elena Sainz de Rozas), mejor dirección de producción (Emiliano Otegui), mejor sonido (Daniel Goldstein, Ricardo Steinberg y Alfonso Pino) y mejor actor revelación (Fele Martínez).
Amenábar lo explica así: "El público demandaba un cambio de historias, de caras, de la forma de contar. Es evidente que somos una nueva generación, y creo acertada la clasificación X, aunque haya quien se resista a enmarcarse en ella: somos una generación indefinida, al margen de la política; no hemos vivido una guerra civil ni nada parecido, no tenemos valores claros, hay bastante libertad, y esa misma libertad es la que nos produce tanta incertidumbre. De ahí que haya tanta gente incomunicada con lo cotidiano y permanentemente enganchada a la televisión y a su mundo personal".
En opinión de Manuel Palacio: "Tesis se esfuerza como pocos filmes españoles en reflejar en su globalidad la importancia y trascendencia de la imagen en la cultura contemporánea; es el ejemplo modélico de la llamada a la puerta de unas generaciones que se han desarrollado bajo la cultura de la televisión, del videoclip y del consumo videográfico, y por eso el filme es una de las primeras muestras que en España respiran el aire de las generaciones formadas en estudios audiovisuales universitarios, sea o no licenciado en ellos Alejandro Amenábar. En este sentido, las referencias a esas nuevas formas culturales son continuas: las cámaras de vigilancia, la realización de un reportaje para acercarse a Bosco, la grabación de vídeo en secreto que realiza Chema, la retransmisión televisiva, el propio cartel de la película...".
Manuel Palacio y Guido Cortell concluían que Tesis encerraba una clara propuesta moral: "A diferencia del profesor Castro (no lo olvidemos: uno de los malos de la función), que proclama en un momento del filme que al espectador hay que darle siempre lo que desea, Amenábar nos recuerda que la creación de imágenes es una cuestión moral en donde nunca se pueden eludir los propios criterios éticos".
De Ampex a Tesis median 40 años que perfectamente se completan con un extracto del contenido de este artículo de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual): wipo.int
Play.
Cuando la televisión empezó a extenderse en la década de 1950, la única forma de grabar secuencias en vídeo era con el cinescopio, proceso que consistía en una cámara de cine especial que fotografiaba un monitor de televisión. La película de cinescopio tardaba horas en revelarse y la calidad de emisión dejaba mucho que desear. Así que la mayoría de las televisiones se limitaban a emitir en directo desde el estudio. Sin embargo, en los países con varios husos horarios, la emisión en directo constituía un problema. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el noticiario de las seis de la tarde se emitía en directo desde Nueva York a esa hora, pero eran las tres de la tarde en Los Ángeles. Las únicas soluciones posibles eran repetir la emisión en directo tres horas después para Los Ángeles o revelar la película de cinescopio de la primera emisión justo a tiempo para emitirla tres horas después. Era imprescindible dar con una nueva tecnología de grabación.
Entonces empezó la carrera entre las grandes compañías electrónicas del momento por desarrollar esta tecnología a partir de grabadoras que empleaban cinta magnética. Sin embargo, Ampex Corporation, trabajando en secreto, centró sus investigaciones en un diseño con cabezales giratorios que había patentando un inventor italiano en 1938 para grabaciones sonoras. Después de varios intentos frustrados, y tras haber llegado a abandonar completamente el proyecto, Ampex lanzó al mercado en abril de 1956 el VRX-1000 que si bien causó sensación no era para todos los públicos: su precio era de $50.000 (¡de 1956!), tenía unos caros cabezales giratorios que había que cambiar cada cien horas de uso y era necesario contar con un técnico experto.
Presentación de la videograbadora Ampex en la National Association of Broadcasters (NAB) en 1956:
Sin embargo, empezaron a llover pedidos de las televisiones. La CBS fue la primera en usar esta nueva tecnología, al emitir el noticiario de Douglas Edwards el 30 de noviembre de 1956 desde Nueva York y reproducir la emisión unas horas después desde sus estudios de Hollywood. A partir de ese momento, Edwards no tuvo que volver a repetir una emisión y la televisión cambió para siempre.
El primer modelo comercial de Ampex y el equipo de ingenieros (de izquierda a derecha): Fred Pfost, Shelby Henderson, Ray Dolby, Alex Maxey, Charlie Anderson y el jefe de equipo Charlie Ginsburg.
Las otras compañías abandonaron sus investigaciones y aceptaron el liderazgo de Ampex. RCA agrupó sus patentes con Ampex y adquirió licencias para emplear su tecnología. El objetivo consistía ahora en desarrollar un aparato de vídeo para uso doméstico. Tenía que ser resistente, barato y fácil de manejar.
Sony lanzó al mercado un primer modelo para el hogar en 1964, seguida de Ampex y RCA en 1965. Si bien estos aparatos, y los que les siguieron en los diez a quince años siguientes, eran mucho menos caros que el VRX-1000, seguían estando fuera del alcance del consumidor medio, y los principales clientes eran personas adineradas, empresas y escuelas. Sin embargo, la industria de la electrónica de consumo ya sabía que la revolución del vídeo estaba cerca y nadie quería quedarse sin su pedazo del pastel. Se invirtieron auténticas fortunas en seguir investigando y desarrollando productos.
La competencia entre las compañías llevó al lanzamiento de tres formatos de vídeo diferentes e incompatibles entre sí: el Betamax de Sony en 1975, el VHS de JVC en 1976 y el V2000 de Philips en 1978. Dos de estos formatos acabarían enfrentados en la década de 1980 en lo que se conocería más tarde como la primera guerra de formatos.
Sin embargo, para que la batalla de las tecnologías pudiera empezar, la industria de la electrónica de consumo tuvo que encontrar una solución a un problema más acuciante: el contenido. ¿De dónde lo iban a sacar? ¿Qué iba a ver la gente en su VCR? En ese momento, la industria consideraba que la posibilidad de grabar programas de televisión en vídeo era tan sólo una opción suplementaria, de poca utilidad para el usuario medio. ¿Por qué iba alguien a querer grabar un programa de televisión para verlo más tarde?, se preguntaban. Pensaron que las cintas de vídeo con películas encerraban la respuesta al problema del contenido. No obstante, los estudios tenían una opinión muy distinta.
El vídeo doméstico hizo que la industria del cine entrase en barrena. La televisión se había apoderado de gran parte de su mercado, y veían al VCR como una gran amenaza. Argumentaban que estaba en juego el derecho de autor. ¿Acaso el mero hecho de grabar un programa de televisión no constituía ya una infracción a los derechos de autor del titular sobre la reproducción? Los estudios llevaron el asunto ante los tribunales. En 1976, un año después de que Sony sacase el VCR Betamax, los Estudios Universal y la Walt Disney Company demandaron a Sony, con la intención de que se incautase el VCR por considerarse una herramienta de piratería.
Como suele ocurrir, las nuevas tecnologías de la comunicación siempre han puesto en cuestión los supuestos y la jurisprudencia existentes en el ámbito del derecho de autor. Del mismo modo que la imprenta, al hacer posible la reproducción masiva de libros, fue el origen de las primeras leyes sobre el derecho de autor, y la cinematografía había suscitado la cuestión de los derechos de autor de las obras derivadas, ahora llegaba el turno del VCR. La primera decisión judicial, en 1979, fue contraria a los estudios, al dictaminar que el uso del VCR para grabaciones sin fines comerciales era legal. Los estudios recurrieron y la decisión se revocó en 1981. Entonces, Sony llevó el caso ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
En un veredicto histórico, el Tribunal Supremo falló en 1984 que la grabación doméstica de programas de televisión para su reproducción posterior constituía un "uso leal". Un factor que influyó en gran medida en el razonamiento del Tribunal fue que el hecho de grabar un programa para verlo en otro momento no representaba ningún perjuicio sustancial para el titular de los derechos de autor, ni disminuía la cuota de mercado del producto.
Para entonces, el VCR se había convertido en un producto muy popular entre los consumidores y, en contra de lo que habían temido los estudios de cine, estos se vieron muy beneficiados por la tecnología gracias a las nuevas avalanchas de ingresos que empezaron a generar la venta y el alquiler de películas de vídeo. En 1986, los ingresos derivados del vídeo doméstico ya añadieron más de $100M de beneficio al saldo total que ingresó Disney. Por otra parte, las cadenas de televisión, que habían descubierto que la posibilidad "inútil" de grabar tenía mucho éxito entre los espectadores, se enfrentaban a otro problema. Tenían que encontrar nuevas formas de tener contentos a las empresas anunciantes ahora que los espectadores podían saltarse los anuncios.
Entre tanto, ya había empezado la guerra de formatos entre VHS y Betamax. Cuando Sony lanzó Betamax, confiaba en la superioridad de su tecnología y dio por hecho que las demás compañías retirarían sus formatos y adoptarían Betamax como la norma técnica para toda la industria. Se equivocaban. La nipona JVC se negó a ceder y sacó al mercado japonés su formato VHS. En el mercado europeo, Philips tampoco agachó las orejas, aunque ciertos problemas técnicos dejarían fuera de combate a Philips casi antes del primer asalto.
En opinión de Sony, prácticamente la única ventaja del formato VHS era su mayor tiempo de grabación. Entonces, Sony dobló el tiempo de grabación de Betamax. JVC siguió su ejemplo. Esto se prolongó hasta que los tiempos de grabación ya no fueron un factor que atrajera a posibles clientes, y el marketing fue cobrando más importancia con respecto a la superioridad tecnológica como clave para ganar la batalla.
Las dos compañías estuvieron a la par durante varios años hasta que el formato VHS de JVC empezó a sacar ventaja. Esto se debió en parte a que su política en materia de licencias era más flexible. Pensando que el aumento de las regalías le permitiría ganar dinero con sus aparatos de VHS, JVC otorgó licencias sobre la tecnología a las grandes empresas de la electrónica de consumo, como Zenith o RCA. El resultado fue que los aparatos de VHS inundaron el mercado y los precios cayeron, lo que aumentó su atractivo para el consumidor.
Aproximadamente en el mismo momento, a principios de la década de 1980, empezaron a aparecer tiendas de alquiler de vídeo por todas partes. Enseguida se dieron cuenta de que tenían que poner precios de alquiler baratos para hacerse con una amplia clientela de habituales. Los aparatos Betamax, de gran calidad, eran más caros y difíciles de arreglar y los primeros modelos sólo eran compatibles con algunos televisores. Así que VHS se convirtió en la elección más evidente para las tiendas de alquiler de vídeo. El efecto dominó (el hecho de que los aparatos de VHS fuesen más asequibles llevó a que se sacasen más películas en VHS) acabó por echar del mercado a Betamax.
Stop.
Vídeos
Ángela, estudiante de Imagen, está preparando una tesis sobre la violencia audiovisual. Como complemento a su trabajo, su director de tesis se compromete a buscar en la videoteca de la facultad material para ella pero, al día siguiente, aparece asesinado. La joven conoce a Chema, un compañero experto en cine gore y pornográfico, y a Bosco, un extraño chico, amigo íntimo de una joven asesinada en una 'snuff movie'. Nadie sabía qué era una película 'snuff' hasta que Amenábar rodó "Tesis". Curiosamente, tres años después de su estreno, desde Estados Unidos llegó "Asesinato en 8mm" (1999, Joel Schumacher), película que versaba sobre la misma temática si bien más allá de eso no tenían mucho que ver. Sin embargo, "The Ring (El círculo)" (1998, Hideo Nakata) giraba en torno a una cinta de vídeo mortal que ponía los pelos de punta al personal y que fue una película precursora de todo un fenómeno audiovisual en Japón y que luego se extendería como la pólvora. Sí, bien puede decirse que Amenábar con su Tesis sentó cátedra.
Tesis supuso una renovación del cine de la época, se asegura que fue la primera ópera prima del cine español vendida a prácticamente todo el mundo, y, 20 años después, sigue siendo uno de los thrillers españoles por excelencia de las últimas décadas. Se ha convertido en un clásico en el que el fenómeno fan no se ha quedado en los jóvenes de los 90 sino que a lo largo de los años ha ido más allá y ha conseguido adeptos de todas las edades, ya sea de las personas que hace veinte años vieron la película en su estreno o los jóvenes que han visto por primera vez el filme estos últimos meses. Tesis, como el buen vino, mejora con los años.