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VEREA DE AGUIAR Y GARCÍA, Ramón Silvestre
VEREA DE AGUIAR Y GARCÍA, Ramón Silvestre

Descripción

Ramón Silvestre Verea de Aguiar y García  [Curantes, Pontevedra (España), 1833 – Buenos Aires (Argentina), 1899]. Ingeniero, inventor, periodista y escritor español. Ideó la Verea Direct Multiplier, primera calculadora mecánica moderna, pionera en realizar de forma directa las cuatro operaciones aritméticas básicas. Inventó una máquina para plegar periódicos, fundó la imprenta “El Polígloto” y creó una agencia industrial para la compra de maquinaria y efectos de moderna invención.

Biografía

Ramón Silvestre Verea de Aguiar y García nació el 11 de diciembre de 1833 en San Miguel de Curantes, pequeña aldea del municipio gallego de A Estrada, en la provincia de Pontevedra. Sus padres, Florentina García y Juan Verea Aguiar se dedicaron al mundo rural y eran una familia hidalga acomodada. Su tío, el clérigo Francisco de Porto, fue su maestro hasta que cumplió 13 años. Con él descubrió su pasión por la mecánica y mostró un intelecto inusual para su temprana edad.

En 1846, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela, pero tras obtener unas calificaciones académicas muy bajas, aconsejado por su tío, decidió estudiar la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de Santiago, donde estuvo seis años, desde 1848 a 1854. Ramón Silvestre Verea fue expulsado por sus ideas progresistas, anticlericales y contrarias a la fe católica, aunque estaba becado y contaba con un excelente expediente académico.

En 1855, con 22 años de edad, Ramón Verea decidió probar suerte y emigrar a Cuba, por aquel entonces todavía colonia española. Allí se dedicó a la docencia, aprendió inglés y escribió sus primeros libros, La cruz de Cobblestone y Una mujer con dos maridos. En la isla trabajó de maestro, primero en la ciudad de Sagua la Grande y después, en 1860 en Colón, donde descubriría otra de sus pasiones, el periodismo. En el diario El Progreso aprendió los oficios de cajista, corrector y redactor y en 1862 llegó a ser su director. En este diario publicó sus dos novelas, que proporcionaron un aumento de lectores a pesar de contener argumentos subversivos. En 1863, sacó su lado inventor y creó una máquina para plegar periódicos.

Tras una breve estancia en Puerto Rico, también una colonia española, en 1865, a la edad de treinta y dos años, Ramón Verea decidió trasladarse a Nueva York, que entonces no era la cosmopolita y elegante Gran Manzana de los años posteriores. Se empleó como profesor de español, traductor y viajante de maquinaria, e intentó patentar su máquina plegadora, pero la falta de financiación lo llevó a vender el invento a un especulador neoyorquino.

En 1867, Ramón Verea regresó a Cuba para instalar en La Habana una agencia importadora de novedades tecnológicas, que le permitió establecer muchos contactos con inventores, fabricantes e intermediarios. En 1874, trabajando de cambista entre La Habana y Nueva York, le surgió la idea de desarrollar un dispositivo capaz de calcular de forma ágil las equivalencias entre oro, dinero y divisas. Con esa idea, en 1875 Ramón Verea volvió a Nueva York para crear una agencia industrial para la compra de inventos y máquinas. Sin olvidar su vena periodística, trabajó como redactor en el periódico de lengua española, ’El Cronista’, donde en 1877 asumiría la dirección.

Ramón Verea, que se había formado en mecánica e ingeniería, siguió con su idea de desarrollar un dispositivo capaz de realizar cálculos de forma ágil. En 1878, tras dos intentos previos, se hizo realidad su máquina Verea Direct Multiplier y la presentó en la Exposición Mundial de Inventos, en Matanzas (Cuba), obteniendo el primer premio. Un mes más tarde, el 10 de septiembre de 1878, Verea obtuvo para su invento la patente norteamericana nº 207918. Verea Direct Multiplier, un sofisticado aparato mecánico de hierro y acero amarillo, de 26 kilos de peso y 35,5 cm. de largo, 30,5 cm. de ancho y 20,3 cm. de alto, capaz de sumar, restar, multiplicar y dividir cifras de nueve dígitos.

Los sistemas mecánicos disponibles hasta entonces solo realizaban sumas, que repetían de forma reiterativa para efectuar multiplicaciones, repitiendo los movimientos mecánicos correspondientes. La novedad de Verea Direct Multiplier fue que realizaba de forma directa multiplicaciones con un solo movimiento mecánico, mediante un método basado en un mecanismo patentado por Edmund D. Barbour en 1872. Sin embargo, la máquina de Verea era verdaderamente original pues combinaba un engranaje piñón-cremallera con prismas de diez caras. La máquina tenía capacidad para quince números en el producto, nueve en un factor y seis en el otro. Con una vuelta de un pequeño cigüeñal por cada número del multiplicador, el producto aparecía en los prismas. La operación se realizaba en apenas 20 segundos, lo que la convertía en la calculadora más veloz y potente de su tiempo. En la revista Scientific American se publicó un artículo sobre la calculadora de Verea.

Asombrosamente, Verea solo construyó tres ejemplares y nunca valoró su desarrollo a gran escala y rechazó ofertas de comercializarla o de continuar trabajando en ese campo. Para Ramón Verea su invento era una demostración de la capacidad de la ingeniería española, comparable a la de los países más desarrollados. Él mismo llegó a afirmar que solo había creado la calculadora para demostrar que un español también podía inventar y no solo hacer actividades intelectuales.

Ramón Verea declaró al Herald: «Solo me movía el afán de contribuir con algo al avance de la ciencia y un poco de amor propio. Yo soy un periodista y no un científico y, además, lo que yo pretendía demostrar… ya está demostrado». Sin embargo, su invento captó la atención de ingenieros, científicos e inventores que, sobre la base técnica que propuso Verea, crearon máquinas más perfeccionadas. E influyó en otras calculadoras mecánicas de multiplicación directa como el Multiplier (1887) del inventor francés Léon Bollée (1870-1913), el Millionaire (1892) del ingeniero suizo Otto Steiger (1858-1923) o la Burroughs Moon-Hopkins (1894) del mecánico estadounidense William W. Hopkins (1850-1916).

En 1879 Ramón Verea regresó a Galicia y, después de un periodo de reflexión en su tierra natal, en 1882 retornó a Nueva York, donde mantenía su agencia industrial para la compra de inventos y máquinas y fundó la imprenta El Polígloto. En 1884 editó la revista mensual ilustrada El Progreso, bajo el subtítulo “Revista mensual ilustrada de todos los conocimientos humanos”. Una revista defensora del librepensamiento, divulgadora de avances técnicos y científicos y con una amplia difusión por Hispanoamérica y en EE.UU, que carecía de anuncios y subvenciones, sufragándose con las aportaciones de los suscriptores y la venta en quioscos.

La revista El Progreso, también incluía páginas sobre economía, psicología, filosofía, religión y política. Una actitud crítica hacia el sistema político de la Restauración española y el colonialismo estadounidense. La publicación sirvió de tribuna para el propio Verea que en sus líneas defendía la igualdad de razas, la igualdad entre hombres y mujeres, la abolición de la esclavitud, daba voz al oprimido y atacaba a los opresores. Tuvo muchos seguidores y detractores y sus artículos fueron posteriormente editados y publicados: Contra el altar y el trono (1890), La religión universal (1891), Catecismo librepensador (1894), En defensa de España (1896). En 1895, a consecuencia de sus críticas a la política de los EE.UU. en Latinoamérica, Ramón Verea se exilió en Guatemala y, en 1897, se instaló en Buenos Aires, donde fundó y dirigió otra revista también llamada El Progreso (1898).

Ramón Verea estaba soltero y sin descendencia. El 6 de febrero de 1899, a la edad de 65 años, falleció a consecuencia de una afección pulmonar. Sus restos descansan en un panteón anónimo del cementerio del Oeste, conocido como Chacarita, en Buenos Aires.

La calculadora Verea Direct Multiplier es propiedad de IBM y, en 1930, pasó a formar parte de una colección particular que inició Thomas J. Watson Sr., presidente de IBM, quien ya entonces intuía que aquel artilugio formaba parte de la prehistoria de la computación. La Calculating Machine nº3 se puede ver, junto con los planos originales, en las oficinas centrales de IBM en White Plains (Nueva York). En su localidad natal, junto a la iglesia del pueblo, una estatua evoca su memoria, la de un hombre que nunca se vendió, que siempre fue fiel a sus ideales, un convencido de que las batallas se libran y se ganan sobre el papel.

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